viernes, 25 de enero de 2008

Crítica de Arte

CIEN COLLARES EN CIEN DIAS DE SOLEDAD
EXPOSICION DE CHRISTINE LAHEIJ

por: Pablo Aburto Valladares



En la exposición Cien Collares en Cien días en Soledad, su autora Christine Laheij, además de su gran talento artístico pone de manifiesto su larga experiencia como profesora de arte y manualidades impartida en Holanda, su país de origen.

Cada pieza expuesta pasa por un proceso de elaboracón(con excelentes resultados)que transita de lo simple a lo complejo.

La expositora experimenta con materiales que van del desecho cáscara seca de naranja,huesos de res hasta llegar a las perlas blancas y con hilos dorados.

En sus Cien días en soledad,Doña Christine pasó muy bien acompañada de creatividad y sentimiento, lo evidencia algunos collares que lleban nombre de sus seres queridos ,obra que la continúa proyectando en galerías de nuestro país como una creadora libre de gran talento.

Para los nicaragüenses de estos tiempos de cólera,tiempos de las globales decisiones(cultivar el mais para comer tortilla o convertir la tortilla en etanol para luego correr con olor a combustible tras el bastimento genuino americano). Estos collares nos enseñan que se puede saborear una riquísima sopa de cola de res y después con los huesos lucir un original collar CIVILIZADO.
¿Quién fijó el precio al primer diamante?

Esta muestra de original arte, se inauguró en la galería TIERRA DI SIENA el pasado16 de agosto y pasará abierta al públicohasta el dia 13 de septiembre.


Managua, 5/09/2007.,

martes, 22 de enero de 2008

Artículos Científicos

VIH, SIDA y Nutrición


A lo largo de nuestra historia han ocurrido un sin número de epidemias que afectan la salud y el progreso económico y social de las naciones, siendo la mas grave la pandemia del VIH y SIDA la que requiere de muchos recursos económicos y humanos para afrontar sus consecuencias gravísimas en todos los sentidos.

La pobreza es un factor predisponente que conlleva a un nivel de salud deficiente a cualquier población expuesta a sus efectos y secuelas. Por tanto, es obligación de todo estado buscar la reducción de estos efectos haciendo efectivo el cumplimiento de las políticas sociales vigentes.
Es importante que todos los sectores que conforman la sociedad civil, los diferentes poderes del Estado ejerzan su liderazgo y participación en las intervenciones del Plan Estratégico Nacional del VIH Y SIDA, así como de la política para hacer realidad la articulación de nuevas propuestas como el plan hambre cero, con el tema de nutrición y VIH Y SIDA en Nicaragua.

El riesgo de una deficiente nutrición, aumenta considerablemente en el transcurso de la enfermedad, por tanto es esencial satisfacer las necesidades inmediatas de alimentos y nutrición en los hogares donde habitan PVVS( pacientes viviendo con VIH Y SIDA) para que dispongan de una mejor calidad de vida.

Los síntomas asociados al sida como la diarrea que genera la perdida de peso, (6-7kg para el adulto promedio), la perdida de apetito, dolor de la boca y garganta, náuseas o vómitos e incapacidad para absorber los nutrientes, repercuten en la digestión al punto que debilita al paciente y por ende al organismo, por lo que es necesario una nutrición apropiada.

Los portadores de VIH necesitan proteínas para poder reconstruir el tejido muscular y alimentos ricos en energía para ganar peso, vitaminas (la vitamina E, de hecho, es el antioxidante más importante para proteger las membranas celulares) y minerales para reforzar el sistema inmunológico y agua para evitar la deshidratación.

Lamentablemente, peor aun, cuando nuestro país esta considerado como uno de los más pobres del mundo, la desnutrición presenta los primeros efectos negativos de la enfermedad, agravado por el consumo inadecuado de calorías y la deficiencia en ciertos nutrientes.
Esto puede contribuir a una disfunción inmunológica y al avance de la enfermedad de manera veloz y mortal en poco tiempo. Esta deficiencia se debe a que los nutrientes no se absorben eficientemente y las dietas son pobres. Las personas no comen lo suficiente y puede atribuirse a la fatiga, la perdida de apetito, las alteraciones al gusto y el olfato o simplemente, porque no saben comer de manera saludable.

Otra deficiencia que aparece prematuramente son los daños oxidativos que empeoran con el paso del tiempo. El antioxidante mas importante encontrado en las células es el de glutación que reflejan niveles muy bajos en solo pocas semanas de contraído el virus, lo que conduce a disfunciones inmunológicas en las células y tejidos debido al estrés oxidativo.
Por consiguiente el apoyo estatal en materia de nutrición a los PVVS es importante desde las primeras etapas del síndrome o captación diagnostica ya que evitará deficiencias y un mayor deterioro en la salud, porque los nutrientes son la materia prima con los cuales el cuerpo se constituye y repara a sí mismo.

Para mejorar la absorción de los nutrientes y cubrir las necesidades del cuerpo, se necesita ingerir correctamente los alimentos, bebidas y tomar los suplementos nutricionales adecuados tales como las vitaminas, minerales y aminoácidos grasos, por tanto en las consejerías individuales y grupales es importante abordar el tema del régimen nutricional de los PVVS.

Se debe tratar de comer sano para asegurar la presencia de los nutrientes requeridos para cumplir las necesidades de los enfermos. A continuación se presenta una dieta optima para el paciente. 1º Nivel: El grupo del pan, cereales, arroz y las pastas ( 6 a 11 porciones) 2º Nivel: El grupo de las verduras y las frutas ( 1 porción de verdura y 2 a 4 de frutas) 3º Nivel: El grupo de las carnes rojas, las aves, los pescados, los frijoles secos; frutas secas o las semillas y el grupo de la leche, el yogurt y el queso (2 a 3 porciones) 4º Nivel: El grupo de las grasas, los aceites y los dulces. (consumir esporádicamente)

Otros alimentos y hierbas para estar mejor son: - Las hierbas y especies pueden abrir el apetito o mejorar la digestión. - La canela puede prepararse como té para calmar los resfriados y la tos - Las hojas de menta se pueden utilizar para hacer gárgaras, ya que se reseca la garganta. - Frutas y verduras son micro nutrientes compuestos de minerales necesarios para las personas que conviven con VIH Y SIDA.

Para concluir, la buena nutrición es elemental para que el paciente resista la enfermedad, mejorar su calidad de vida y enfrentar las enfermedades secundarias. Los padecimientos de las personas portadoras del VIH y SIDA pueden disminuir con un buen estado nutricional y contribuir a la eficacia del tratamiento.

La educación nutricional es una fase temprana, da a la persona la probabilidad de crearse hábitos alimenticios sanos por lo que se recomienda al rector de la salud en Nicaragua ( MINSA) y a los otros subsistemas de salud capacitar al personal de atención sobre el manejo de nutrición y sida, así como conseguir profundizar con la estrategia de información, educación y comunicación, también es importante que los diferentes actores sociales que están interviniendo en el tema le den la importancia que merece este tópico con relación a la campaña.

LA PREGUNTA SIEMPRE SERA: ¿Qué hacen los portadores de VIH y SIDA para conseguir los alimentos necesarios y la medicina si son pobres o campesinos y no tienen acceso a estos, simplemente mueren?


Elaborado por:
Lic. Dayana Miranda González.
Economista.

miércoles, 9 de enero de 2008

Literatura Dramática Latinoamericana

“ Viendo torear a Bolche
Drama Social en único acto.
Autor: Pablo Aburto Valladares.



Personajes:

Bolche: Profesor de 58 años, ex combatiente revolucionario diabético rebelde y violento.

Josefa: enfermera de 50 años, menospáusica, muy servicial con su comunidad.

Hilda: dueña de una próspera tienda, 45 años apolítica y con buena salud.

Estudiante de derecho: 22 años, solidario y rebelde.

Don Chema: vigilante, ex combatiente de la resistencia, 60 años, campesino del norte de Nicaragua.

Muerte: personaje ayudante, inquisidor (a) visible para el público y sólo auidible para el personaje Bolche.

Sr. Martínez: personaje invisible.

Cubo de cristal: Estatura de una persona visible al público y al persona Bolche.

Director (a) de escena: Edad entre 25 a 80 años.


La acción se desarrolla en Nicaragua de posguerra, después de la guerra civil de 1980.


Escenografía

Una pequeña habitación en un barrio popular. Hay pocos enseres: una mesa comedor, cocina, sofá. Al fondo salida al patio; en un lateral, salida a la calle. Nicaragua después de la guerra civil de los años ochenta.

Un Acto y cuatro cuadros

En total oscuridad, seguido de un pequeño silencio suena un fragmento musical como el de las corridas de toros en redondel español, (puede ser: la canción del torero o la canción de Escamillo de la ópera Carmen de Georges Bizet). Cesa la música y la luz va encrecendo hasta la intensidad de una mañana. En una pequeña habitación de pocos enseres el profesor Bolche sentado a la mesa lee un diario, mientras la enfermera Josefa, su esposa, prepara el desayuno.


Bolche: (Sentado a la mesa comedor lee el diario)

Josefa: (Prepara el desayuno) ¿Bolche qué dice el periódico?

Bolche: Estoy leyendo el diario de ayer, me lo prestó el barbero. No dice nada nuevo, lo mismo que escuchamos en la radio hoy por la mañana: después de dos meses de huelga, el gobierno no se sienta a discutir con el sindicato de maestros el pliego de peticiones.

Josefa: Los maestros ya tienen dos meses que no reciben su salario. Creerá el gobierno que tenemos boca de santo.

Bolche: Mañana vamos a pedirle al ministro de educación que nos reciba. El conflicto lo hace el gobierno por no atender nuestra demandas que son justas.

Josefa: ¡Virgen Santa!

Bolche: ¿Se te cayó el café?

Josefa: ¡No!...ya nos llevó la mierda, parece que el sindicato del Centro de Salud se pondrá también en huelga. ¿Te imaginas vos y yo sin trabajo? Y la comida tan cara que está.

Bolche: Una tortilla ya vale un C$1.00 córdoba. El pan no ha subido de precio, pero cada día lo hacen más pequeño. La huelga de salud es en apoyo a la nuestra.

Josefa: Me lo dijo la jefa de enfermería que es del Sindicato del Centro de Salud:
una golondrina sola no hace verano.

Bolche: Vamos a remangarnos la camisa y socarnos más la faja.

Josefa: Ve quien se va a socar la panza, si sos un chavalo moto para pedir comida.

Bolche: (Se soca la faja y se da unas palmaditas en el estómago) ya le tenía abierto el otro orificio a la faja.

Josefa: Y para lo que me paga el Centro de Salud. Yo creo que ganaría más inyectando y poniendo suero a la población.

Bolche: (Amenazante) Va a saber este ministro y su presidente, lo que es capaz un pueblo con hambre. Yo en la guerra de lo ochenta, aprendí a sobrevivir sólo con guineos cocidos ó crudos y agua de un río.

Josefa: Por eso te operaron de los riñones. Y en el hospital, ningún revolucionario te llegó a visitar (lamentándose) ay, mejor ni sigo...

Bolche: (Molesto)
No me gustan los puntos suspensivos en las conversaciones. Por favor terminá la oración ¿Qué ibas a decir?

Josefa: Que de nada sirvió los diez años de guerra que pasamos. Si los pobres estamos áhora más pobres que ántes. ¿ Que otra cosa iba a decir?

Bolche: Por eso estamos en huelga los maestros. Seguimos en pie de lucha; hasta hacer entender a este gobierno terco y sordo que tenemos la razón.

Josefa: Umm, en río pequeño, lagartos grandes. Los ricos más ricos están y los nuevos ricos ya ni digamos (pausa) y los pobres más empobrecidos que antes.

Bolche: (Reflexivo)Y pensar que los vivos han cambiado los sueños de los revolucionarios caídos en la lucha.

Josefa: El muerto al hoyo y el vivo al boyo. El que murió en la insurrección popular y la guerra muerto está. Y vos que anduviste en la ...

Bolche: (Molesto) En la insurrección y guerra, lo mismo de siempre: fui un tonto por que combatí en la insurrección popular después en la guerra y no tenemos ni una casa donde vivir ¿Eso es lo que me querés decir?

Josefa: (Bien Calma) Calmate Bolche, todo lo hacés pleito. Esa diabetes sólo enojado te mantiene.

Bolche: ( Molesto)
No es la diabetes, son tus expresiones. Tus constantes reclamos son los que me molestan, me enojan.

Josefa: Vos te vas a morir de una arrechura y la situación del pobre en este país no va a cambiar.

Bolche: (Más enojado) Los revolucionarios luchamos por una justicia social, Sandino decía: Todo hombre que no pide ni un palmo de tierra para su sepultura, no sólo merece ser oído, sino ser creído. (énfasis) Yo soy un revolucionario. Soy un combatiente del pueblo.

Josefa: No te enojes por eso. Yo no digo que sos un tonto y que no sos un revolucionario; pero mirá : El hombre de la gorda, la Matilde, parece que participó en la insurrección y ...

Bolche: El no anduvo en la insurrección. Ellos vinieron de otro Barrio huyendo del bombardeo de la guardia de Somoza. Y se metieron en esa casa.

Josefa: Bueno, pero después el hombre, no se metió a la guerra y se quedaron con esa gran casa donde viven.

Bolche: Ese es el hombre de la gorda Matilde, yo soy Bolche. Esa casa no es de ellos ahí vivía un ministro del gobierno de Somoza. Al triunfo de la revolución se fue con su familia a Miami.

Josefa: (Recordando) Ya recuerdo, después del triunfo revolucionario, ahí era la casa comunal del Barrio y en la Cruzada Nacional de Alfabetización se ocupó para alfabetizar.

Bolche: Te acordás que venía gente de todos los barrios vecinos. Había tantas personas que no sabían leer ni escribir. (Añorando) ¡Que felices se sentían después leyendo la cartilla!

Josefa: (Cariñosa) Viejo pícaro, ahí nos conocimos. Ya me enamorabas, eras un muchacho bien flaco y mandón. No quería que te inyectara para que no te viera las nalgas de rana.

Bolche: (Correspondiendo) Y bien que te gustaba que te mandara. ¿Yo nalgas de rana? Y vos... ¿cómo eras? ¡conmigo te engordastes! ( Muy serio) Mirá, al hombre ese y doña Matilde, para la insurrección se les dio posada en la casa comunal y después se quedaron con la casa.

Josefa: También la casa contiguo a la casa Comunal, la agarró un familiar de ellos. Ahí vivía un militar de los grandotes de Somoza.

Bolche: Era un policía de tránsito del gobierno de Somoza, muy “fachento” por cierto. No le hablaba a nadie.

Josefa: No saludaba a nadie, él y la mujer eran unos grandes creídos.

Bolche: Cuando la insurrección popular, los compitas lo capturaron y como no había hecho nada malo en el barrio, lo dejaron en libertad. La consigna era:
implacables en el combate generosos en la victoria.

Josefa: Después del triunfo no los volvimos a ver.

Bolche: Se asiló en una embajada y toda la familia se fue para Miami. Esa casa, también tiene otros dueños.

Josefa: (Preocupada y en vos baja) Bueno... yo quería decirte... (Resuelta) que doña María ha pasado tres veces por el patio viendo por la ventana.

Bolche: ¿Qué quiere? Ni chavalos que hagan ruido tenemos. No la molestamos para nada.

Josefa: ( Muy preocupada) Creo que pasó con el recibo en las manos. Vos sabés que ella no permite que sus inquilinos le paguen un día atrasado.

Bolche: Y ahora ¿Quiere que le paguemos el mes de alquiler del cuarto por adelantado?

Josefa: Sí, yo creo que eso quiere.

Bolche: (Mal humorado) Que se aguante, robar no podemos. Que se espere a que termine el mes, además no es de ley pagar por adelantado.

Josefa: Ella cuando nos cobra por adelantado, obtiene un préstamo de nosotros.

Bolche: Y sin pagarnos un centavo de interés. Durante trabajé en la escuelita nunca me pagaron por adelantado.

Josefa: Es que a nadie le pagan por adelantado.

Bolche: Que se espere a que termine el mes.

Josefa: (A lo lejos se escucha el ruido de una máquina de coser, Josefa baja la vos). Callate, bajá la vos, está cosiendo en la máquina un uniforme del nieto.

Bolche: Mirá si completás el pago del alquiler del cuarto con el dinero que traje. Lo tengo en la otra camisa. Ya no habrán más kermes en la escuelita, que recauden fondo en apoyo a los maestros en huelga.

Josefa: ¿Por qué? Si ustedes tienen dos meses que no reciben salario.

Bolche: El ministerio del trabajo declaró ilegal la huelga de maestros. La policía no les dio más permiso a los padres de familia para que hagan Kermes con la que apoyan económicamente la huelga.

Josefa: Entonces doña María que se espere con el recibo el pago del cuarto, para el próximo sábado que me paguen en el Centro de Salud. ¡Completamos el pago de la renta!

Bolche: Mi Dios ateo nunca nos desampara. Sólo para este gobierno no existimos, pero cuando pagamos los impuestos de consumo, si existimos.

Josefa: Impuestos con los que les pagamos esos exagerados salarios con los que se dan una vida de reyes en este empobrecido país. Una empleada doméstica en Costa Rica gana más que una enfermera aquí.

Bolche: Cuando menos dinero tenemos, más hambre nos da. Todo queremos comer... siento olor a café.

Josefa: (Mimando) ¡Mirá que rico! Hice unos frijolitos cajetas, tortillitas calientes y café molido del puro café, del que te gusta a vos ¡sentí que aroma! Me vendió tres cucharadas doña Hilda la de la tienda. La nutricionista del Centro de salud, les recomienda a las madres que están dando de mamar: tomar bastante sopa de frijoles con unas gotitas de limón, dice es igual a comer carne.

Bolche: (Irónico) También evitan el colesterol que da la carne.

Josefa: Por esa razón los pobres mueren menos del corazón.

Bolche: Los pobres no mueren del corazón, fallecen de hambre. En el campo la gente se está comiendo hasta las hojas de jocotes.

Josefa: Tengo el presentimiento que el sindicato del Centro de Salud ya inició la huelga. Que se tomaron el Centro de Salud y la policía antimotines los tiene rodeados.

Bolche: Ayer estuve en la escuelita y me mostraron la lista de los corridos después que termine la huelga. Aparezco de primero en la lista.

Josefa: (Sorprendida) ¡No lo creo! ¡No lo creo!

Bolche: No hay peor cuña que la del mismo palo. El nuevo ministro del ministerio educación, el Sr. Martínez, es un ex militante revolucionario.

Josefa: Si el Sr. Martínez es un ex militante revolucionario, ¿por qué te va a correr?

Bolche: Porque no hay peor cuña que la del mismo palo. El refrán es sabio.

Josefa: ¿Por qué te va a correr? Si vos luchaste contra la dictadura de Somoza, después defendiste la revolución en la guerra y te has envejecido dando clase en la escuelita (enojada) ¿ por qué?... ¿ por qué te va a correr de la escuelita?

Bolche: Porque el Sr. Martínez ministro de educación es un militante beca; mientras nosotros defendíamos las reinvindicaciones populares en la montaña él estaba estudiando becado en la ex unión de República Socialista soviéticas.

Regresó graduado, le dieron militancia revolucionaria y otra beca para ir a estudiar en Cuba. Cuando regresó a Nicaragua, ya la guerra había terminado.

Josefa: ¡Claro que sí! Ese señor ministro debe estar muy agradecido con ustedes los revolucionarios, él puede ayudarte.

Bolche: (Irónico) Claro que sí (muy serio) el Sr. Martínez es muy agradecido. A su regreso de Cuba, su última beca, rápidamente una gran empresa de los revolucionarios le dio un buen empleo; pero la empresa de otro partido político le ofreció pagarle más y renunció a la empresa de los revolucionarios.

Josefa: Pero ahora es ministro del nuevo gobierno, siempre tiene poder.

Bolche: Se dice que está propuesto para diputado del partido político que está en el poder.

Josefa: Bolche, porqué no hablás con este Señor?... Sí, hablale con el corazón, talvez ese revolucionario se acuerde de vos y nos ayude.

Bolche: El Sr. ministro de educación, Sr. Martínez, lo dejó muy claro en su último comunicado: (imita voz del ministro) no voy a contratar a profesores alfabetizadores huelguistas. Este ministerio sólo contratará a profesores bien calificados.

Josefa: Según ese ministro, sólo los master y doctores en pedagogía tendrán empleo?... ¿ sólo ellos van a comer? ¿ y estos viejos?

Bolche: No Josefa, el sector educativo en este país, ni en veinte años más llega a ese nivel de excelencia profesional. El Sr. ministro se refiere a nuevos profesores calificados por su nuevo partido en el que milita.

Josefa: Ya lo veo. Ahora, todo es política.

Bolche: (Melancólico, se interpela a sí mismo) Hace ya muchos años que dejé de creer en los militantes revolucionarios vivos. Hoy solo creo en los militantes revolucionarios muertos, los que cayeron en la lucha por una justicia social.

Josefa: No te atormentes, Bolche, vos no vas hacer cambiar este gobierno, ni a los políticos.

Bolche: Si ellos vieran este gran caos en que tienen metida a Nicaragua estos actuales políticos.



Josefa: ¿ Te seguís atormentando? (suplicando) no te quiero ver deprimido. Después
las pesadillas no te dejan dormir.

Josefa: (En broma) Si vieras el caos que tengo en la cabeza, ando mareada y todo se
me olvida. Hoy no tomé las pastillas.

Bolche: Ese mareo y dolor de cabeza es la menopausia. Debés tomar tu medicamento.

Josefa: Gracias a Dios la menopausia ya me está pasando. No me dio por andar de
caliente con hombres jóvenes como otras viejas menopáusicas.


Bolche: Lo sé, nunca me has sido infiel y has estado conmigo en las buenas y malas.

Josefa: (Cariñosa) Sigo enamorada de este viejo que ya ni caso me hace, viejo b barrigón (se acarician) vieras como me duelen los pies de tanto caminar. Hoy anduve inyectando en ese nuevo asentamiento pegado al cause. Toda esa gente es campesina.

Bolche: Son los campesinos que vienen a buscar mejor vida a la cuidad. Los que no
tienen tierra para sembrar.

Josefa: En cada casita construida con plástico, viven más de cinco muchachitos barrigones y bien pálidos. Los más grandecitos andan vendiendo tortillas o agua helada.

Bolche: La revolución les dio las tierras pero no les entregó sus títulos de propiedad.
ahora ningún banco les ha querido prestar dinero para la siembra.

Josefa: Esos niños me dan mucho pesar, están bien desnutridos no encuentró carne donde meter la aguja. Me cuesta mucho inyectarlos.

Bolche: Ningún gobierno, después de la guerra civil de los ochenta ha querido
resolver el problema agrario.

Josefa: Casi todas las mujeres hechan tortillas para vender. De eso viven.

Bolche: Sus tierras las mal vendieron a los mismos lagartos de siempre.

Josefa: La señora que vende nacatamales, enferma de los riñones, le puse un suero y
me regaló estas cuajadas con estos tamales. ¡Mirá que grandes!

Bolche: (Al público) Un campesino sin tierra no es nada. No es campesino; y Nicaragua sin campesinos ¿Qué es?

Josefa: (Lamentándose) A la vende verduras, toda la semana le tomé la presión arterial. Ahora me salió que no tiene reales. Sólo quince córdobas me pudo pagar.

Bolche: (Se interpela así mismo) Es la posguerra. Estamos viviendo con un dólar al día. La guerra civil de los ochenta colocó a Nicaragua en el segundo país más pobre de América Latina.

Josefa: (Muy preocupada) ¿Qué vamos a poder comer con esto? (asombrada) mirá nadie tiene dinero.

Bolche: (Se interpela así mismo) Maldita guerra de los ochenta, siempre hay quién fabrique una guerra. Terminó la guerra en Centroamérica, ahora empieza otra en el medio oriente. Maldita politiquería, terminaste con mi juventud.

Josefa: (Pensativa, como en un sueño, mira al profesor Bolche vestido con traje formal en un podiun con un micrófono leyendo un comunicado a los sindicatos en huelga: ¡Compañeros! hoy les traigo, (aplausos)... hoy les traigo, la mejor noticia de la historia laboral de este sufrido país. Los señores diputados, padres de la patria, han aprobado por unanimidad bajarse
los mega salarios y han acordado crear un fondo económico, presupuesto que servirá para que los maestros y trabajadores de la salud (con énfasis) tengan un salario digno (aplausos y vítores).

Bolche: (Mira fijamente a Josefa) Y decís que sólo yo hablo sólo. Que mucho ronco cuando tengo pesadillas. Y vos...

Josefa: (Despierta del sueño feliz) ¡Bolche! ¡Bolche! si vos fueras el ministro de educación o salud...

Bolche: Ya hubiera resuelto el pliego de peticiones de los sindicatos en huelga.

Josefa: (Contenta) Todos tendríamos un salario digno. Bolche y Josefa ya no estuvieran en huelga, estaríamos trabajando... Bolche ¿y antes de la guerra que era lo que ibas a estudiar con la beca que te ofreció la embajada de España?

Bolche: (Pensativo, luego interpela a Josefa) Otra vez lo mismo de siempre:
que fui un baboso y a los babosos ni Dios los quiere. ¿Es eso? (en alta voz al público) un militante no se pertenece así mismo, le pertenece al partido revolucionario. La disciplina es férrea, primero están los intereses del pueblo.

Un militante revolucionario no traiciona a su partido ni a su pueblo por un puesto de trabajo en el gobierno de turno, ni firma alianza con el enemigo para negociar cuotas de poder (con énfasis) porque el poder, es del pueblo.

Josefa: (Persuasiva) Bolche, no he dicho que no sos un militante, que no sos un revolucionario… yo sólo …

Bolche (Más calmo) Los militantes revolucionarios de primera línea, no tuvieron tiempo para estudiar ni para tomarse foto en la trinchera de combate. Los grandes poster son de políticos y no de revolucionarios.

Josefa: (Emocionada) Bolche cuando te escucho hablar así, solo recuerdo cuando te
conocí. Cuando andábamos alfabetizando. Yo no anduve en la insurrección por mi abuela, ella siempre …

Bolche: Todos los chavalos que participamos en la insurrección popular, lo hicimos sin permiso de nadie. Esa fue nuestra primera acción de rebeldía.

Josefa: Pero cuando la insurrección yo estaba bien chavala, me acuerdo que mucho se hablaba del asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro. Creo que fue
el diez de Enero… (trata de recordar) el año no me acuerdo. (Pausa) Algo que siempre he querido saber; no te pongas a reír: ¿ por qué te dicen Bolche?

Bolche: Mucho antes de la insurrección popular, entre unos libros usados que compré en el mercado oriental, venía uno: La revolución Bolchevique. Después de comentar su contenido con el resto de chavalos, me pusieron de seudónimo: El profesor Bolchevique.


Josefa: Y te quedastes profesor Bolche...

Bolche: Una tarde en la parroquia estábamos reunidos los chavalos escuchando en una
pequeña grabadora las noticias censuradas, eran los noticieros de catacumba cuando de pronto llegó la Guardia Nacional de Somoza y (la luz decrece un poco, se dan efectos de sonidos y luces, voces, gritos: ¡Patria libre! ¡O morir! ¡Patria o muerte! ¡Venceremos! ¡Viva Sandino!
Se escuchan ráfagas de tiros, estallidos de bombas caseras y disparos esporádicos de rifles y revolver 22 y 38. La luz cobra su intensidad y Bolche continúa su diálogo) Desde el campanario pude ver como los militares mataban a cadenazos a tres jóvenes, los subieron al vehículo y nadie supo más de ellos. Ahí nació Bolche, o sea el profesor Bolchevique.

Josefa: Mi abuela, porque yo me crié con mi abuela, no me dejaba ir a comprar a la
pulpería. Tenía tanto miedo…

Bolche: Los cadáveres de los jóvenes aparecían en la cuesta del plomo, ahí los iban a
botar. Para la insurrección popular armada, en mi barrio cayeron combatiendo
más de veinte jóvenes.

Josefa: Después del triunfo revolucionario, a las calles de mi barrio les pusieron los
nombres de los compitas caídos en el combate.

Bolche: Ellos votaron a la dictadura de Somoza, hoy nadie los recuerda.

Josefa: ¡Cuánto tiempo ha pasado! Juventud divino tesoro… Te vas para no volver
(añorando) ay, parece que fue ayer que éramos jóvenes.

Bolche: Así es, no hace mucho tiempo que soñábamos una revolución, (melancólico)
hoy somos dos viejos, solos y en el desempleo…El futuro mal que bien es de los jóvenes ¿ y nosotros? …












Josefa: También los jóvenes no tienen empleo. En las empresas les piden experiencia
laboral, ¿ y cómo la van a tener, si nunca les dan trabajo?

Bolche: Yo he tenido que tomar el empleo de Alfredo, el muchacho vigilante de calle
que se fue a trabajar a Costa Rica. El ganaba como vigilante de calle un poco más de lo que yo ganaba como profesor en la escuelita.

Josefa: Mirá pues, ese chavalo le salió inteligente a doña Tina. Hace tres años que se
gradúo en su carrera; ¡a dónde no metió papeles! ¿a dónde no busco trabajo?

Bolche: Se estaba haciendo viejo aquí, por eso se fue a Costa Rica. En Nicaragua
solamente viejos vamos a quedar.

Josefa: En esa familia, el muchacho era el único que tenía trabajo. ¿ cómo estará
haciendo doña Tina sin esos reales?

Bolche: (Se ríe un poco) Lo mismo debe preguntarse doña Tina. ¿cómo estarán haciendo? ¿de qué vivirán el profesor Bolche y doña Josefa? si tienen meses de estar en huelga el Centro de Salud y la escuelita.

Josefa: Cada quien tiene su manera de matar pulgas.

Bolche: Hay quienes nunca han matado una pulga, pero asesinan a la res-pública todos los días.
(Hilda interrumpe la conversación dando nerviosos golpesitos, a la puerta que anuncian su llegada).

Hilda: ¡Buenas! ¡Buenas! ¿Está doña Josefa?

Josefa: (Desde el comedor, en alta voz) ¡Ya voy! (Josefa se levanta del comedor, atiende a doña Hilda y regresa a la mesa) Es doña Hilda, tiene una emergencia en su casa, ya regreso (toma sus instrumentos de enfermería y sale de escena)

(Bolche muy tenso, sentado en un sofá, busca un libro, mientras atiende el teléfono que ha sonado) ¡Aló! ¡Hola!...sí, sí… ¡Es necesario llamar a todos los medios de comunicación! En cinco minuto llego (con rapidez toma unos papeles y sale de escena.

La luz decrece a oscuro, mientras se escuchan morterazos y gritos: ¡Huelga! ¡Huelga! ¡Huelga! ¡Aumento salarial! ¡Aumento salarial! Ruidos, ambulancias que se acercan y se alejan. Cesa el ruido y la luz recobra su intensidad. Aparece doña Josefa en casa de doña Hilda ambientada como una pequeña tienda. En un sofá un estudiante que grita de dolor) Estudiante: ¡Ay! ¡Ay!... ay mamita que dolor.

Hilda: (Muy afligida) ¿Ya vió? Este chavalo metido en la huelga de estudiantes que protestan por el alza en el transporte colectivo. Por andar quemando llantas lo jodió la policía.

Estudiante: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...

Hilda: (Enojada) Su papa y yo aquí trabajamos como animal. No me lo está preguntando a veces ni comemos tranquilos por atender a los clientes. Porque gracias a Dios no dejamos de vender. No nos falta el pan de cada día.

Josefa: ¡Nadie sabe que va a pasar en este país! Es una balsa sin rumbo.

Hilda: Ya nosotros estamos viejos y queremos descansar. Y este chavalo dándonos problemas. (Regañando) Yo ya le dije: Cuando terminés esa carrera te mando a los Estados donde la Yolandita.

Estudiante: (Enojado, en voz alta) Ya te dije que no me voy a los Estados. No me voy. Es aquí donde quiero vivir.

Josefa: Hay tres huelgas y el gobierno no resuelve nada. “Todos los ministros se tiran la pelota” y nadie resuelve nada. ¿Quién manda en este país?

Hilda: Mi hija mayor, la Yolandita, nunca me dio estos problemas. Se graduó en la carrera y después la mandé mojada a los “Estados” donde su tía. Está casada con un gringo en Miami. Bien casada está.

Estudiante: ¡Ay! ¡Ay! El problema lo da este gobierno, no yo.

Hilda: (A Josefa) Con las remesas que nos manda la Yolandita es que compramos y surtimos esta tienda.

Estudiante: ¡Ay! ¡ay! ¡ay! …

Josefa: Enseñá hijo, quiero ver que tenés.

Hilda: Mírele el pie (asustada) como lo tiene, inflamado.

Estudiante: ¡Ay! ¡ay! ¡ay! ¡ayayayy!... fue una bala de goma que me rosó la pierna. El pie me lo doblé cuando corría.

Hilda: ¿Tendrá safado el pie?

Josefa: Fue un pequeño golpe y en la pierna tiene una pequeña herida. Necesitamos agua hervida y algodones.

Hilda: (Afligida) Mire usted, la bala le rosó la pierna. Que tal si le hubieran dado en otra parte del cuerpo (sollozando) mi hijito, mi muchachito (mimando) sí, él es muy inteligente, desde que entró a la Universidad no me ha dejado una clase. Sólo le queda este año para salir de la carrrera.

Josefa: Que suerte sus dos hijos le salieron inteligentes.

Hilda: Yo le digo: Hijo estudiá, para que seas un buen abogado. Mañana tu papa y yo tenemos un problema, vos nos podés defender. Mi abuelo era bien sabio, siempre decía: En la familia hay que tener un abogado para que te defienda, un militar para que te respeten y… ya no me acuerdo.

Josefa: (Responde rápido) Y un sacerdote para que te de los santos óleos. Igual decía mi abuela, son dichos de viejos.

Estudiante: ¡Ay! me duele…me duele ¡aaay!

Josefa: Sólo es una pequeña heridita, debemos inyectarlo para evitar una infección. El pie lo tiene inflamado.

Hilda: Mire, yo no sé que tiene que andar haciendo en esa huelga de estudiantes que protestan por el aumento en el precio del transporte público. Su papa lo trae y lo lleva en esa camioneta que nos trajo el año pasado la Yolandita, la casada con el cubano. (Molesta) Que tiene que andar en huelga, si él ni en bus anda.

Estudiante: ¡Ay! ¡aay! (Explicando) El aumento al transporte público, es ilegal. El ministerio de transporte no lo ha autorizado. (Amenazante) Si el gobierno no pone el orden en este país con las leyes, nosotros los estudiantes lo vamos a poner con los morteros.

Tomasa: (Reacciona con rapidez y muy enojada) ¿Cómo? ¿Vas a seguir quemando llantas en la huelga? ¿Qué acaso yo parí a un animal? Mejor te quiebro el otro pie antes de ir a recogerte muerto en el pavimento. (Autoritaria) De aquí no me salís, ya te dije.

Estudiante: (Alegando) Mamá mis compañeros de la universidad no todos tienen camionetas que los lleve y los traiga a casa. (Tocando conciencia) Muchos hasta se desmayan de hambre porque a duras penas pagan la universidad. (Enojado) ¿Qué derechos humanos no se violan en este país?: al trabajo, a la educación, la salud… dígame usted doña Josefa si miento.



Josefa: Ay hijo, calmate…(pensando) ¿ustedes van a poner el orden en este país quemando los cuatro buses viejos que quedan? Eso al gobierno y a los “grandotes” no les interesa (convincente) Ellos andan en sus camionetotas. Nosotros somos los que vamos a andar peor, colgados como gallina y pagando más por el pasaje.

Estudiante: (Muy resuelto) Si a nadie le interesa el caos de este país, a mi sí. Me interesa y mucho.

Hilda: (Sorprendida) Ya lo miró que malcriado. Está bien malcriado. Es en esa universidad que cambió, en el colegio no era así.

Josefa: (Resignada) Así son los jóvenes ahora. Son muy rebeldes.

Estudiante: Gracias Doña Josefa, me saluda al profesor Bolche. (Se incorpora del sofá, se despide amable y entra a su cuarto)

Josefa: (Habla quedo a Hilda) Los jóvenes andan nerviosos. El caos de este país afecta no sólo a viejos, también a ellos. Aconséjelo, no lo regañe. Los consejos “ llegan más que el garrote”. La pastilla que tomó le está quitando el dolor y seguro que va a dormir. Anda muy inflamado el pie, no podrá salir de casa.

Hilda: (Calmada, habla muy quedo a Josefa) ¿Ya se enteró? Ayer a las tres cuadras de aquí, en la esquina, la policía le sacó a la calle todos los enseres a la flaca. Cuando la policía se fué, todos los vecinos le ayudaron a meter sus cosas otra vez.

Josefa: (Apesadumbrada) Pobre, si no ha sido por los vecinos, hubiera dormido en la calle con todos sus chavalos. Esa flaca es buena gente, es bien servicial. No se mete con nadie y si puede hacer un favor lo hace.

Hilda: Viera que enredo. Aparecen tres dueños de esa casa, los tres tienen escritura. Ahorita andan en los juzgados. Pobre juez, lo van a volver loco.

Josefa: La flaca me platicó que los antiguos dueños de esa casa antes de irse al exilio después del triunfo revolucionario, la dejaron hipotecada para llevar más dinero. Ahora han regresado de Miami a cobrar sus bonos de indemnización que le dió el gobierno actual por la misma casa confiscada.

Hilda: Que alboroto, antes de irse a Miami dejaron la casa hipotecada, cobraron los bonos de indemnización que les dió el gobierno y después se la vendieron a dos personas más?

Josefa: El problema de la propiedad es una madeja que no se haya punta.

Hilda: La casa donde vive la Tina y el hombre. Donde era la casa comunal ¿se acuerda?

Josefa: En esa casa en tiempos de la revolución Bolche y yo alfabetizamos y vacunamos a la población.

Hilda: Ya el estado la regresó a sus antiguos dueños.

Josefa: A la Tina le dieron 24 horas para que desocupe la propiedad. Si no lo hace la llegan a sacar con la policía.

Hilda: Pobre, no hay que hacer leña del árbol caído, pero es necesario que haya respeto por la propiedad privada.

Josefa: La flaca está peleando con abogados la propiedad.

Hilda: (Con orgullo) Mi muchacho dice que cuando sea magistrado va a poner fín a esos pleitos de la propiedad.

Josefa: ¿Qué sabemos? a lo mejor llega a ser ministro el muchacho.

Hilda: ¡Ni quiera Dios! Cuando termine la carrera lo mando a los Estados donde la Yolandita. Meterse a esos enredos de propiedad es ganarse enemigos.

Josefa: Tiene razón, por esos pleitos de la propiedad hasta muertos hay.

Hilda: El profesor Bolche lo sabe, yo nunca he sido revolucionaria. Toda mi familia fue Somocista. Mi papá murió de un infarto escuchando un discurso de Somoza, pero mi papá nunca le trabajó al gobierno. Esta casa que me dejó, mire fue puro sudor.

Josefa: Me acuerdo que cuando yo pasaba, su papá siempre estaba oyendo la radio a todo volumen, siempre me decía: ¡Adiós hijita! ¡La virgen me la acompañe!

Hilda: Por su enfermedad ya no podía ir a las manifestaciones de Somoza, por eso escuchaba sus discursos en la radio, y así murió, de un infarto cardíaco escuchando un discurso de Somoza.

Josefa: A mi me gusta servirle al prójimo, pero no opino por ningún partido. Lo que he vivido con Bolche no ha sido fácil.

Hilda: Mi partido es el trabajo, de eso comemos todos. A nosotros ningún partido nos da de comer.

Josefa: Pero no soy ciega. Este es el país donde se celebran más revoluciones y es donde más pobres hay. ¡Vea usted!

Hilda: Cada político celebra su revolución. Así le digo a mi hijo, que quiere ordenar en un día lo que otros no han podido en años.

Hilda: (Suena un teléfono, Hilda atiende) ¡Aló!... Sí, ya vinieron. ¿Les guardo un par? ¡viera que lindos unos café!... me vinieron faldas también. Le voy a guardar los café… Adiós (cuelga el teléfono)

Josefa: (Algo nerviosa) ¿Quién era? Ando algo nerviosa. Tengo el presentimiento que el centro de salud lo tiene rodeado la policía antimotines. Los del sindicato han dicho que sólo muertos saldrán de ahí.

Hilda: Era una clienta, me preguntaba por la mercadería que me manda de Miami la Yolandita… Alos sindicatos que Dios los ayude. Que podemos hacer nosotras.

Josefa: Viera ese Bolche como anda. Anoche no me dejó dormir con eso ronquidos, parece que se va ahogar. Son las pesadillas que le dan.

Hilda: (Fríamente pero amable) Al profesor dele un tesito de manzanilla (le da un paquete a Josefa) ántes de acostarse.

Josefa: Viera, todas la noches le dan pesadillas.

Hilda: Esas pesadillas son horribles. A mi me dan cuando ceno mucho. Ahora no estoy cenando. Me acuesto solo con un vaso de leche y pan en el estómago.

Josefa: (Efectos de sonido que configuren una pesadilla) A Bolche le dan pesadillas de la guerra. Se mira que está acostado en una carrilera y los vagones de un tren le pasan encima. Otras veces mira que una manada de toros negros lo vienen siguiendo para cornearlo. Se despierta con el brazo estirado como si estuviera disparándoles.

Hilda: (Atemorizada) ¡Huy que horror, esas pesadillas! Pobre Bolche, hasta puede terminar loco. Yo siempre le he tenido cariño fue el profesor de la Yolandita.

Josefa: Eso es este país, una horrible pesadilla. Pero los que ajocharon la guerra están más enriquecidos que ántes.

Hilda: Somoza robaba y dejaba robar, lo revolucionarios cuando estuvieron en el poder solo ellos robaron y ahora el dicho es: ahora el que no roba es más de baboso.

Josefa: Bolche se enoja, pero fue un tonto. No tiene nada por tonto. Los revolucionarios le ofrecieron una casa, no la quiso, le ofrecieron tierras tampoco siempre decía: (imita voz de Bolche) Yo no luché para que me regalaran una casa, yo luché por una causa social.

Hilda: Ahora la causa social es don dinero, el que lo tiene no lo afloja, no importa como lo haya obtenido.

Josefa: (Molesta) Y el que no tiene dinero, ahora se come su justicia social con guineos cocidos.

Hilda: Bolche me le dió clase a Yolandita, en la escuelita. Ella siempre me pregunta por su profesor. Creo que le mandó un par de zapatos.

Josefa: Fue en tiempo de la guerra civil. A cada barrio le venía de la montaña hasta siete soldados muertos. Por todos lados había vela ¿se acuerda?

Hilda: Yo le decía al profesor Bolche: Mire profesor yo no quiero que la Yolandita se me haga revoltosa, yo no quiero que se meta en nada de eso de revolución. Yo quiero que ella primero estudie. Porque ya graduada en su profesión, puede servirle a cualquier gobierno que mande.

Josefa: Si porque en la guerra también murieron muchachas jóvenes que se iban en los batallones a la guerra. A la flaca le mataron una hija que ahora tuviera la edad de la Yolandita.
Hilda: (Dramática) Doña Josefa, yo por mis hijos doy la vida. Sólo Dios sabe cuanto sufrimos para la guerra con la Yolandita y ese malcriado, (con orgullo) el abogado. Si no me fui mojada a los Estados porque yo he sido madre y padre para mis hijos, y por no andar rodando como piedra en país ajeno.

Josefa: ¿Desde entonces no ha sabido del paradero del papa de la Yolandita?

Hilda: Mire desde que se fue para Costa Rica, jamás volvimos a saber de él. Pareciera que se lo tragó la tierra. Me han dicho que talvéz lo mataron al cruzar la frontera. En ese tiempo era muy peligroso.

Josefa: ¡Cómo luchó usted sola con esa pulpería! En los estantes aveces sólo habían cuatros tacos de jabón.

Hilda: Hubo una vez que la devaluación de la moneda, que era todos los lunes, me dejó vendiendo únicamente frijoles cocidos.

Josefa: Y cuando perdieron las elecciones los revolucionarios y ganó el gobierno de reconciliación fue peor el pencazo.

Hilda: ¡Imagínese usted, los economistas que tenemos! Terminando la guerra civil y al día siguiente por arte de magia o de la política (risa burlona) la moneda estaba a la par del dólar, fue el famoso córdoba de oro.

Josefa: ¡Claro! El córdoba fue de oro mientras a todos los nicaragüenses nos cambiaban o quitaban los córdobas viejos por los de oro.

Hilda: (Risa burlona) Después el córdoba oro volvió a ser el mismo córdoba chanchero devaluado. (Seria) El gobierno me dejó sin un cinco. Y para empezar esta tiendita tuve que vender las prendas de legítimo oro que mi madre, en paz descanse, me dejó. Gracias a Dios y este hombre, que ya tenemos bastantes años de vivir, y que me ayuda a trabajar tenemos esta tiendita.

Josefa: Por eso en el extranjero dicen que los nicas somos bien aguantadores (burlona) nos están jodiendo y seguimos poniendo el lomo como los animales, mala comparación, pero es así.

Hilda: Cuénteme. ¿Qué pasó en el desalojo de los maestros en huelga? Dicen que hubieron golpeados y heridos. Que la policía los sacó de la escuelita con gases lacrimógenos y tiros de goma.

Josefa: Bolche anda bien golpeado. La policía antimotínes le pegó una a los del sindicato que usted viera. Hay tres maestros heridos, gracias a Dios que no hubieron muertos. Bolche reconoció a dos policías que fueron compañeros en la revolución, ahora son antimotínes.

Hilda: ¡Qué barbaridad! Lo que estamos viviendo.

Josefa: En este país ya no se puede vivir. El hijo de doña Tina fue policía revolucionario, pidió la baja y no se la han dado. Dice que él no quiere seguir reprimiendo a este pueblo.

Hilda: Yo no sé... ¿Qué gana el profesor Bolche con andar metido en esa huelga? Que igual que las otras, parece no tener fin; si el gobierno no resuelve nada.

Josefa: Cuando la guerra civil de los ochenta, como soldado sólo cumpliendo misión en la montaña lo mantenían.

Hilda: El gobierno revolucionario decía. (Imitando un discurso político) ¡Todo para el frente de guerra! ¡Todo para los combatientes!...

Josefa: Como en Managua no había ni sal para un jocote, todo era escaso: el aceite, arroz, carne,... yo decía Bolche va regresar bien gordo de la montaña.

Hilda: (En broma) y el profesor Bolche sólo regresaba hecho un moño de pelo y las ganas de vivir.

Josefa: Bolche me decía que en la montaña no había nada que comer. Los tres tiempos los hacía con guineo cocido con sal y agua de un río.

Hilda: Cuando el profesor regresaba de la montaña, yo le decía en broma: por aquí pasó un soldado, todo sucio y derrotado, fusil si llevaba lo que no llevaba era... ¡comida!


Josefa: Después que terminó la guerra, lo operaron de los riñones... ¿Qué revolucionario lo visitó? Nadie, nadie lo llegó a ver al hospital.

(Bolche viene de la calle y golpea la puerta de vidrio avisando que ha llegado)

Bolche: ¡Buenas! ¡Buenas!

Hilda: (Amable) ¡Pase profesor! Aquí está doña Josefa. Entre y siéntese...

Bolche: (Muy parco) Gracias (toma asiento y mira a Josefa. Suena el teléfono y lo atiende Hilda)

Hilda: ¡Hola amor, estaba esperando tu llamada! Sí...sí...sí, ya me han estado preguntando. Ya vendí el par de zapatos café y una falda. Bueno, bueno está bien voy a abrir el correo para ver todo lo que me mandaste. ¿Estás hablando del trabajo? Bueno, adiós me saludás a... ¡Cortó! (a Josefa y a Bolche) Era la Yolandita me llamó de Miami.
(Hay un pequeño silencio. Doña Hilda mira sin discreción los golpes visibles que tiene Bolche en su cuerpo).

Bolche: (Muy serio) Hoy inicamos nuevamente la huelga de hambre. Sólo quedamos fuera de la escuelita los compañeros que fuimos golpeados por los antimotines y los cinco compañeros que están detenidos en la policía (Hilda, Josefa y Bolche hacen mutis. Josefa se acerca a Bolche lo acaricia con ternura y le soba los golpes. Bolche corresponde)

Hilda: ¡Qué barbaridad! Los que sufren con esta huelga son los pobres maestros y los niños que se atrasan en las clases. Se están quedando burros sin estudiar.

Bolche: La barbaridad es de este gobierno. Siempre espera que en cada huelga hayan muertos para sentarse a negociar con los sindicatos. El conflicto lo ponen ellos, los gobernantes, nosotros buscamos las soluciones a los problemas de nuestro gremio y del pueblo.

Hilda: Ahí si tiene razón el profesor Bolche, porque esa escuelita parece gallinero. Nunca la reparan. Ahora los pobres maestros sin salario desde hace tres meses y bien golpeados. Vea usted.

Josefa: Igual va a pasara con la huelga del centro de salud. El gobierno la va a declarar ilegal e inexistente y la policía antimotínes va a desalojar por la fuerza al sindicato. Ellos han dicho que sólo muertos salen de ahí.

Hilda: (Mostrando un poco de preocupación) Hasta muertos pueden haber, ¡qué barbaridad! ¡Dios Santo!

Josefa: (Nerviosa) Va a ver que paliza les va a dar la policía antimotínes a los del sindicato. Yo sólo les llevo café y pan pero me quedo afuera. Ya estoy vieja y no aguanto una garroteada.

Bolche: (Efecto de sonido que configura el desalojo) Al sindicato del centro de salud ahorita la policía antimotínes lo está desalojando, (a Josefa) en la casa tenemos tres enfermeras bien heridas. Vengo a traerte porque necesitan puntadas.

(Los personajes quedan congelados. Se dan efectos de luces y se escuchan estallidos de morteros, balazos, gritos y pitos de sirenas que se acercan y se alejan. Cesa la configuración del desalojo. Hilda y Josefa hacen mutis, mientras al fondo del escenario aparece el estudiante con Bolche en una conversación breve muy queda. Bolche regresa al plano anterior)

Josefa: (A Bolche) ¡Ya nos vamos! ¿Quiénes son las enfermeras que están heridas?
¿La Bertha, la Teresa...

Hilda: (A Bolche) Siéntese profesor, ¿sabe quien le mandó saludos?... ¡La Yolandita! Ella siempre se acuerda de usted, ayer le mandó un par de zapatos. (Recordando) Esa muchacha nunca me dio problemas, nunca semetió en nada. Se acuerda cuando yo le decía: profesor, yo no quiero que la Yolandita se meta en eso de revolución. Yo quiero que estudie para que después le sirva a cualquier gobierno.

Bolche: (Con voz bien seca y muy tenso) La saluda de mi parte. (A Josefa) ¿Nos vamos? Después regreso. (La luz decrece a total oscuridad, los personajes salen de escena).

(Aparecen Bolche y don Chema, luz de noche. En la esquina de un barrio, con penumbra de noche, Chema un vigilante de calle alumbra con una lámpara de mano a Bolche que se aproxima con su equipo de vigilancia).

Chema: ( Con marcado acento regional del norte de Nicaragua alumbra con una lámpara de mano a Bolche que se aproxima). ¡Oy amigo! ¿Usté es el profesor Bolche? Me dijo el jefe que usté va a vigilar. Que va a reponer al muchacho que se fue a Costa Rica...
Bolche: Buenas noches, sí, yo soy Bolche. ¿Es usted don Chema? ... Yo soy el nuevo vigilante de la calle. Chema Amigo yo soy Chema, para servirle.

Bolche: Don Chema, mucho gusto de conocerlo.

Chema: Que bueno que usté vino, con la ida del muchacho ese, yo la estaba pensando. Viera que arrecho, como están las pandillas aquí.

Bolche: Después que terminó la guerra, la delincuencia juvenil se ha incrementado. No sólo en este barrio, si no en toda Managua.

Chema: (Con acento regional norteño) A un vigilante que esté sólo, la pandilla lo puede joder, pero ya con un compañero se le hace güevo. Anoche, allá a las siete cuadras jodieron a un vigilante y le quitaron la pistola.

Bolche: Lo jodieron y teniendo pistola.

Chema: Son vigilantes, muchachos jóvenes que no saben de guerra. Por eso los joden los pandilleros. Ayer en la madrugada a un hombre que iba a su trabajo lo estaban vergueando la pandilla come muertos. Yo se los quité, porque la policía nunca vino. Les disparé al aire y a las patas con esta 45. Les pegué en las patas porque iban dejando sangre.

Bolche: Es por el adelanto en la hora para ahorrar energía que ha ordenado el gobierno. Pone al pueblo trabajador a merced de la delincuencia. Ahora las cinco de la mañana, son las cuatro de la mañana. Los ladrones aprovechan para robar.

Chema: Con el otro vigilante que se fue, la semana pasada agarramos en la madrugada a un jueputa que se quería meter a robar en la tienda.

Bolche: ¿Se lo llevó la policía?

Chema: Allí lo tuvimos amarrado como chancho, hasta que vino la policía y se lo llevó. (Molesto) Pero si son menores de edad al ratito los dejan libres, para que anden jodiendo otra vez.

Bolche: Tira muy bien usted con la pistola. A su edad tiene buen pulso y buen ojo.

Chema: Tengo una 357 magnun que me quedó de la guerra, cuando anduve en la resistencia. Estoy viejo pero el pulso no me tiembla. A cien metros bien pego a un jueputa.

Bolche: Yo también cargo una 38 calibre largo, ya la marca la tiene borrada, pero bien aceitada todavía dispara. La tengo como recuerdo de la insurrección popular que votó a Somoza, antes de la guerra civil.

Chema: Ya ve amigo el jodido que se meta a robar aquí se lo lleva la mierda.

Bolche: Don Chema, ¿entonces usted anduvo peleando en la contra?

Chema: (Enfático) Anduve peleando en la resistencia. En la contra decían los comunistas. Usté es comunista?

Bolche: Soy revolucionario, pero no me llevé el agua a Cuba ni me como los dedos de los niños. Todos los cotos de las manos y los pies que usted ve, sus miembros los perdieron en la guerra.

Chema: Cuando usté venía caminando y yo le dije: ¡oy amigó! Usted es... me acordé cuando en la guerra maté un soldado revolucionario comunista de ustedes. Le pedí la contraseña, no me respondió y le pegué tres balazos. Allí quedó muerto.

(Breve silencio y ruidos esporádicos que hacen carros al pasar. Van caminando y deteniéndose los dos vigilantes mientras platican)

Bolche: Don Chema y ¿Por qué se vino de su lugar, de su pueblo? Si ustedes están mejor en el campo, aquí en la cuidad no hay tierras para sembrar.

Chema: Yo tenía una tierrrita que me dejó mi papa. Pasaba la resistencia se me comía una vaca, pasaban los soldados comunistas se me comía otra vaca. No me dejaban trabajar. Como yo tenía un primo metido en la resistencia un día me fui con ellos. Ahí anduve, anduve y anduve hasta que me desmovilicé y me vine para Managua.

Bolche: (En broma) En la década de los ochenta, en Nicaragua no hay quien no haya disparado un balazo, aunque sea para asustar los gatos en el tejado de su casa.

Chema: (Efecto musical que configure el drama)
Cuando me fui con la resistencia, los revolucionarios me confiscaron las tierritas. Después que terminó la guerra me vine a Managua a vivir en la orilla de un cause con la mujer y los cipotes. El primer trabajo que hicimos fue sacar chatarras en el agua del cause y venderla por libra a los fundidores. Con esos reales hicimos la casita del asentamiento donde vivimos. La mujer echa tortillas para vender, aceptamos a Cristo, vea Dios nos ayuda.

(Sucede un corte de energía que deja en la oscuridad la zona de vigilancia. Don Chema y Bolche hacen uso de sus lámparas de mano. Caminan atentos vigilando las calles).

Chema: Siempre están jodiendo con este corte de energía.

Bolche: Con estos cortes de energía el gobierno pretende ahorrar petróleo.

(Mientras las luces del escenario llegan a total oscuridad).

(La luz recobra su intensidad y en la escena aparece Bolche en la recepción de una oficina con ambientación mínima: un cubo de cristal, de estatura natural, visible al público y a Bolche. Con voz fría y amabilidad mecánica).

Bolche: (Impaciente, sentado en un sofá espera ser atendido) ¡Cuánto tiempo ha pasado!

Cubo de cristal: (Voz fría y amabilidad mecánica) Lo lamento señor, lo lamento.

Bolche: (Con voz autoritaria) ¡Nos urge reunirnos con el Señor Martínez, e ministro de educación!

Cubo de cristal:
¿Si es tan amable, puede decirnos quién lo busca?

Bolche: ¡Lo busca el sindicato de maestros en huelga!

Cubo de cristal:
Disculpe señor no le oí, ¿Quién lo busca?

Bolche: Lo busca el pliego de peticiones, reinvindicaciones laborales de los maestros en huelga.


Cubo de cristal:
(Como cinta dañada) Disculpe no le oigo señor, no le oigo señor, no le oigo señor.

Bolche: Lo busca Bolche, un revolucionario del pueblo.

Cubo de cristal:
(Suena un fragmento musical de espera) Una nueva era ha empezado, empezado, empezado.

Bolche: (Enojado y en voz alta) ¡Los maestros tenemos tres meses de estar en huelga! ¡Nos urge hablar con el ministro!

Cubo de Cristal:
(Fría y con amabilidad mecánica) No me agrada su tono de voz. El señor vice ministro no desea que lo molesten.

Bolche: (En voz alta y crece el enojo) Tenemos compañeros maestros muriendo en huelga de hambre.

Cubo de Cristal:
¿Dispone usted de más tiempo señor?

Bolche: (A gritos) ¡Se agotó el tiempo! ¿Sabe usted qué es el tiempo?

Cubo de cristal:
Es una ficción señor, una ficción.

Bolche: (A gritos) ¡Dígale al hijo de cualquier día ese, el ministro que nos va tener que escuchar!

Cubo de cristal:
No me agrada su tono de voz. Lo lamento, el señor ministro no lo podrá atender. Lo ha incluído en su próxima agenda.

(La luz decrece a oscuro, se escucha un fragmento de música de toro como en redondel español. Bolche está vestido de torero con un capote y su espada. Hace muletillas).

Bolche: (Efectos de sonidos que configuran una pesadilla. Hace muletillas a un toro, a dos toros, a tres toros, a cuatro toros. Aparece el personaje “muerte” con el que tiene un corto diálogo y al que nunca ve, es invisible para Bolche y visible para el público).

Muerte: ¡Alto! (Volumen creciendo) ¡Alto! (Volumen creciendo)Alto!

Bolche: (Sorprendido busca la voz por todos los lados del escenario) ¿Quién me habla?

Muerte: ¡Soy yo, la muerte!

Bolche: Los héroes no mueren tan fácilmente.

Muerte: (Enojado) No sos un héroe. Sos un viejo cadáver. Devorás cadáveres.

Bolche: (Efecto de sonido que configuran una pesadilla. Bolche hace muletillas a varios toros. Da tiros de gracias a uno, le corta las orejas y las empaca en un bonito regalo y lo ofrece al público. En tono ceremonioso, interpela al público). Como prueba de mi lealtad, a mi pueblo les ofrezco este preciado trofeo.

Muerte: ¡Se te venció el tiempo!

Bolche: (Se interpela así mismo) Los héroes mueren al final... (Hace muletillas y se atraviesa el abdomen el mismo con la espada. Cae agonizante de frente al público. La luz decrece hasta llegar a total oscuridad, luego recobra su intensidad y Bolche aparece vestido de arlequín haciendo malabares con dos pelotas, recorre el escenario saca de un sombrero mágico globos de colores y los lanza al público. Regresa y continúa haciendo malabares con dos pelotas. La configuración musical es de una función de circo.

Director de escena: (Música de circo)

¿Bolche qué hace en el escenario? El espectáculo ya terminó. Tenemos que dejar vacío el escenario.

Bolche: (Pone las pelotas y hace muletillas con el capote y una espada). Hay un error en el texto dramático. El Sr. Martínez, ministro de educación firmó el pliego de peticiones de los maestros en huelga pero todavía el presidente no lo ha cumplido.

Director de escena:
(Se acerca a Bolche, le da unas palmaditas afectivas en la espalda y se lo lleva de la escena. Luz decrece a total oscuridad.)

TELÓN

Managua 31 de Mayo del 2006










I N – C O N – C I E R T O
(2ª. VERSIÓN)


COMPOSICION DRAMATICA BASADA EN “PRELUDIO PARA ANDANTES O FUGA ETERNA” DEL GRUPO TECAL Y TEXTOS DE LEO MASHLIA

Adaptación dramatúrgica
Rolando Hernández Jaime



PERSONAJES:

EL
ELLA


Cuando entra el público el escenario está desnudo, libre de todo aforo y visible toda su armazón interior, un cenital con luz tenue ilumina el atril que se encuentra en la plataforma semicircular al centro del proscenio; la paleta del atril es calada, haciendo una cruz, a través de la cual ellos miran a veces. Abiertos, en los extremos de las plataformas laterales, dos paraguas blancos. Dispersas por las plataformas varias flautas que utilizarán siempre como si fueran los diferentes elementos de la utilería.


La escenografía estará integrada por un conjunto de plataformas a diferentes niveles, dispuestas alrededor del escenario, de forma tal que dejen un espacio central, como especie de foso, del cual sale un humo de tinte rojizo. La armazón que sostiene las plataformas está descubierta, las mismas están iluminadas desde abajo, sin que se vea la procedencia de la luz, para dar la impresión de que los actores, que nunca bajarán de ellas, están en el aire.


Detrás y junto al atril hay dos pares de zapatos semidestruidos. Al comenzar la obra se intensifica la luz cenital sobre el atril y se escuchan ocho campanadas, mientras los zapatos se deslizan por el piso, hacia atrás, hasta caer en el foso central.


Al concluir las campanadas se escucha una melodía sublime y lejana, donde predomina el violín, la que inmediatamente pasa a una música electrónica, que sin dejar de ser agradable esté llena de efectos sonoros: combinación de viento y olas que chocan, aviones, pajarillos, niños que lloran, etc. La procedencia de la música debe ser múltiple, o sea, que debe haber bocinas en diferentes ángulos del teatro, incluso debajo de los asientos del público.


Al comenzar la música electrónica, todavía a través del humo y desde el foso central, aparecen EL y ELLA, como si salieran del fondo del escenario. De inicio se ven solo sus cabezas, cubiertas la parte delantera con la máscara de una carabela, giran rápidamente y detrás tienen otras dos máscaras, ambas con la misma expresión alegre. Suben por el centro a la plataforma del fondo, vienen elegantemente vestidos, se pierden detrás de los paneles que están a ambos lados de esa plataforma. Se apaga la luz del foso central y solo se ven sus imágenes agigantadas en las transparencias o sombras chinescas que se proyectan en los paneles.


Dentro de los efectos se escucha una ráfaga de ametralladora, cesan las transparencias y ellos salen por el otro lado de los paneles, al extremo de la plataforma, ya sin máscaras. Se produce una escena muda larga en que ellos se reconocen a si mismos y a su mundo circundante. En la escena, con igual valor expresivo, debe producirse un contrapunto entre las manifestaciones extraverbales del trabajo de los actores, los valores comunicativos de la música y la riqueza visual de proyecciones con imágenes de guerra que abarquen indistintamente todos los espacios del teatro, sobre el escenario, sobre las paredes de la platea, incluso sobre su techo, pero nunca sobre una pantalla.


Realizan disímiles acciones, no todas tienen que ser coherentes y fácilmente entendibles. Se miran y reconocen extrañados sus cuerpos, cogen los paraguas y girándolos de frente, avanzan, sus rostros expresan diferentes estados de alegría, después de susto y dolor, al llegar al borde del proscenio dan al unísono un grito desgarrador. Se descubren mutuamente, sienten placer al reconocer cada uno el cuerpo del otro, avanzan al encuentro, cuando se unen las puntas de sus paraguas, éstos se abren repentinamente, experimentan como un orgasmo. Al concluir, cierran los paraguas y los tiran en el foso central.


Siguen sus acciones y reacciones en correspondencia con los efectos sonoros y musicales, descubren un estuche en el piso, eso los atrae, pero a su vez con miedo lo rechazan y se apartan. EL, en un arranque de inspiración, recoge del piso el estuche y viene a proscenio, cerca del atril, al sacar lo que tiene dentro, descubre con alegría que es su flauta. Con gestos y ademanes convence a ELLA de que recoja su instrumento, ésta lo hace, los unen y muestran haciendo una cruz.


Durante la obra, al representar las retrospectivas y las diferentes facetas de sus vidas, sin dejar de ser EL y ELLA, van cambiando la voz, sus conductas y sus aptitudes corporales, como si fueran al mismo tiempo otros muchos personajes.

EL: (Desubicado) ¿Tocamos?
ELLA: Si, toquemos…

Se preparan frente al atril para ejecutar un concierto.

EL: ¿Tu crees que él venga al concierto?
ELLA: Es lo más probable.
EL: ¿Tocamos?
ELLA: Si, toca…
EL: ¿Qué?
ELLA: Pues una tocata.
EL: ¿Nos toca tocar tocata?
ELLA: No toca, pero si quieres tocar tocata, hay que tocar tocata.
EL: Pero yo no toco por tocar.
ELLA: ¡No es por tocar, es porque toca!
EL: ¡Toquemos pero sin Opus!
ELLA: Yo sin Opus no toco.
EL: ¿Y no hay otra probabilidad?
ELLA: Hay Andante.
EL: ¡Es igualmente peligroso! ¡Así no toco! Me voy (Trata de irse).
ELLA: (Deteniéndolo) ¡Señor!
EL: ¿Quién, yo?
ELLA: Si usted, ¿para dónde va?
EL: ¿Quién, yo?
ELLA: No…no… (Confundida) yo. ¿Se piensa ir señor?
EL: Si… No… Yo… Es decir… ¡Toquemos!
ELLA: (Señalando el foso central) Un cenicero así no lo había visto jamás.

Por un momento se prende la luz del foso. Se escucha un extraño y agudo acorde de violín.

EL: Si, jamás había visto uno igual.
ELLA: Uno igual no creo que exista.

Cambian de actitud. Dejan los instrumentos.

ELLA: (Muy alegre.) Mi esposo no sabe que me voy después del concierto.
EL: ¿No se lo dijiste?
ELLA: No me acuerdo si se lo dije o no, pero de lo que si me acuerdo es que él no lo sabe. En cambio si sabe todo lo nuestro.
EL: ¿Qué sabe?
ELLA: ¡Todo!
EL: ¿Y..?
ELLA: No me importa. No me importa nada ese carnudo.
EL: ¿No lo quieres mucho?
ELLA: Ja…ja…ja…No.
EL: ¿Y a mí?
ELLA: A veces si. Pero a él le digo todo lo contrario, le digo que lo quiero, que lo adoro y que en cambio tú, me importas tres carajos.
EL: ¿Eso le dices?
ELLA: Bueno, no exactamente.
EL: ¿Por qué?
ELLA: A veces varío el número de carajos.
EL: ¿Y cuando dices la verdad, cuando hablas con tu marido o cuando hablas conmigo?
ELLA: La vedad es la que te digo a ti. Pero para serte franca, tengo que contarte que a él también le digo que la verdad se la digo a él y que a ti te digo que te quiero pero que es mentira
EL: O sea que a los dos nos dices lo mismo.
ELLA: Si, pero eso solo es cierto cuando te lo digo a ti.
EL: ¿Y él no sospecha?
ELLA: No, porque a él le digo que eso solo es verdad cuando se lo digo a él.
EL: ¿Y él no te pregunta entonces para qué sales conmigo?
ELLA: Me lo pregunta si, pero yo no se lo contesto.
EL: Yo me pregunto por qué seguiste todo este tiempo viviendo con él.
ELLA: Tampoco te voy a contestar eso a ti.
EL: Te voy a hacer una pregunta que nunca te hice. ¿Con él llegas al orgasmo?
ELLA: (Finge que duda.) No.
EL: ¿Y conmigo?
ELLA: Sabes muy bien que sí
EL: ¿Y él lo sabe?
ELLA: No, yo a él le digo que con él llego pero que contigo no.
EL: ¿Y él no se da cuenta de que eso no es verdad?
ELLA: No, porque cuando tengo relaciones con él finjo que me muero de placer, grito, aúllo, jadeo todo lo que puedo.
EL: ¿Igual que conmigo?
ELLA: Si, pero contigo soy autentica.
EL: Pero a él le dices que es con él con quién eres autentica.
ELLA: Sí, y falsa contigo.

Cambian de actitud y vuelven a tomar los instrumentos.

EL: Yo quiero ejecutar algo grandioso…
ELLA: Yo quiero tocar algo sencillo…
EL: Yo quiero algo majestuoso.
ELLA: Yo quiero algo “guapachoso”.
EL: Yo quiero un solfeo.
ELLA: Yo quiero un guepajé.
EL: Solfear…
ELLA: “Guepear”…
EL: Hay que manejar las escalas…
ELLA: ¡Que nadie maneje a nadie!
EL: Convertir el espíritu en un hilillo de aire…
ELLA: ¡Que fluyan las notas como en un desangre!
EL: Eso es contenerse.
ELLA: No, es reventarse.
EL: (Apuntándole con la flauta.) ¡No se meta en mi vida privada, o sino, no toco!
ELLA: Que nuestras notas sean íntimas, particulares.
EL: No, que sean públicas, universales.
ELLA: Gozar… Gozar…Gozar…
EL: No, trascender… Trascender…
ELLA: Sentir la vida…
EL: ¡Sobrepasar la vida!
ELLA: (Apuntándole con la flauta.) ¡Señor, no le he dado pié para que se meta en mi vida privada!
EL: Hay que ser inmortal, divino.
ELLA: Ser efímeros, particulares.
EL: Ser infinito, universal.
ELLA: Ser finito, nacional
EL: ¿Nacional?
ELLA: ¡Sí, lo nuestro!
EL: “Nacional” con filtro. (Ofreciéndole un cigarro imaginario.)
ELLA: ¡No, gracias, no fumo!
EL: (Apuntándole con la flauta.) No se meta en mi vida privada, si le molesta el humo puede alejarse.
ELLA: Mire, aquí dice: (Mirando al atril.) Sol…Sol… Para..., solo para… Parti… Solo para particulares… Lo que importa son las partes.
EL: Lo que interesa es el todo. ¡Las partes valen menos y solo vale el todo!
ELLA: Todo no vale nada si las partes valen menos
EL: Considero eso como una ofensa personal, me voy. (Saliendo.)
ELLA: Señor.
EL: ¿Quién, yo?
ELLA: Si usted, ¿se queda señor?
EL: Si, me quedo, no me puedo ir.
ELLA: (Amenazándolo con la flauta.) Y aunque quisiera, no se puede ir.
EL: (Utilizando la boquilla de la flauta como navaja.) ¿Quién, yo?
ELLA: No, yo… Es decir… No… Si… ¡Toquemos!
EL: (Señalando al foso central.) ¿El cenicero es como antiguo?
ELLA: Si, antiguo el cenicero.

Por un momento se prende el foso. Se escucha un extraño y agudo acorde de violín.

EL: ¿Te acuerdas cuando nos conocimos?

EL y ELLA convierten sus flautas en teléfonos. Se escucha el silbato y el motor de un tren. Cambio de iluminación.

EL: Aló, aló, ¡aló!
ELLA: (Presumida.) ¿A la orden?
EL: Buenas noches.
ELLA: ¿Con quién quiere hablar?
EL: Con nadie en especial. Me estoy yendo del país y quise llamar a alguien para despedirme.
ELLA: ¿Y por qué a mí, usted me conoce?
EL: No, no creo, yo marqué cualquier número, marqué el número que más me gustó.
ELLA: ¿Y en qué se va, en avión?
EL: No, en tren.
ELLA: Espéreme un segundo.
EL: ¿Qué va a hacer, rastrear la llamada?
ELLA: No, voy a empacar mis cosas, quiero irme con usted.
EL: Apúrese, el tren sale dentro de 25 minutos.
ELLA: Voy para allá, me tomo un taxi.

Dejan las flautas. EL prende un cigarro imaginario. Se escucha nuevamente el silbato y el motor de un tren. Murmullo, voces y movimiento de personas.

ELLA: (Sorprendiéndolo.)!Hola!
EL: ¿Ah, es usted?
ELLA: (Coqueta.) Sí, ¿usted también?
EL: Sí, apúrese, ese es el tren, saque su pasaje y vamos a subir.
ELLA: No tengo plata, ¿no me lo puede comprar usted?
EL: No, solamente tengo dólares y no hay tiempo para cambiarlos, el tren se va, ya es hora.
ELLA: Devuelva su pasaje, después sacamos dos pasajes para mañana.
EL: Ya es tarde, hasta diez minutos antes de la hora de salida se pueden devolver los pasajes, después no, lo sé porque trabajé muchos años en el ferrocarril, y además yo no tendría por qué pagarle un pasaje a usted.

Se escucha el silbato y el tren en marcha. ELLA le indica que el tren se va. EL la besa y sale corriendo, pero se detiene. Regresa, se enfrenta a ELLA. Escena muda, ELLA muy coqueta, EL pasa de la ira a la alegría

EL: Se me fue el tren.

ELLA ríe alegremente, le ofrece su mano. Luz normal. Vuelven a coger los instrumentos.

ELLA: ¿Tocamos?
EL: ¿Y el público?, aún no ha llegado.
ELLA: (Mostrándole el público) Ahí está.
EL: (Mirando a través de la flauta como si fuera un periscopio.) No veo a nadie.
ELLA: Pero yo los ví cuando estaban entrando.
EL: ¡No veo a nadie!
ELLA: ¡No, ahora recuerdo! Yo los ví cuando estaban saliendo.
EL: ¿Pero cómo iban a estar saliendo si no hemos tocado?
ELLA: No recuerdo.
EL: (Vuelve a mirar a través de flauta como si fuera un periscopio.) Está vacío, no están.
ELLA: ¿Quiénes?
EL: Ellos
ELLA: ¿Quiénes son ellos?
EL: El público.
ELLA: ¿Y si el público está ahí y somos nosotros los que no estamos?
EL: ¿Insinúas que no hemos llegado aquí?
ELLA: No, que no estamos.
EL: Pero si yo salí para acá.
ELLA: Oh… ¿Será que ya nos fuimos?
EL: No recuerdo.

Se miran asustados.

ELLA: ¿Tocamos?
EL: ¿Y el público?
ELLA: Aquí estoy, ya llegué. (Hace de público indiferente.)
EL: Bienvenido señor público, acomódese por favor, respetable público, hoy vamos a interpretar una obra de carácter particular, compuesta por no se quién en sus tiempos de bohemia y lujuria. Para su comprensión se requiere de un gran sentido de la “bulla” y el “sandungo”.
ELLA: (Aplaudiendo despectivamente.) Bravo, grandioso.
EL: No he comenzado, señora.
ELLA: Disculpe.

EL se prepara para tocar pero es interrumpido por ELLA.

ELLA: Es que uno no sabe bien cuando han tocado, o cuando han dejado de tocar.
EL: (Furioso.) ¡No toco más, usted es un palo seco, relamido y carcomido por la rigidez de la cuasiortodoxia musical, mejor me voy! (Saliendo.)
ELLA: ¡Señor!
EL: ¿Quién, yo?
ELLA: Si, usted, ¿se va señor?
EL: ¡Eso es lo que usted quiere!
ELLA: Yo solo quiero tocar.
EL: ¡Pues toque lo que quiera!
ELLA: ¿Y el público?
EL: Aquí estoy, ya llegué. (Se sienta groseramente y hace de público ruidoso.)
ELLA: Respetable público, hoy vamos a escuchar una obra de carácter universal, compuesta por si se quién, en sus tiempos mozos, en el culmen de su creación. Para su comprensión son necesarias una gran concentración e inteligencia.

EL aplaude, goza y eructa escandalosamente.

ELLA: ¡Respete, señor!
EL: (Transición.) Señorita, tengo la sensación de que usted es mi esposa.
ELLA: (Transición.) Señor, pensándolo bien, usted tiene la misma sombra de mi esposo.

Se escucha un extraño y agudo acorde de violín. Cambian de actitud. Dejan los instrumentos.

EL: (Asumiendo el rol de esposo.) ¿Dónde estuvo anoche?
ELLA: (Asumiendo el rol de esposa.) En el cielo.
EL: Yo diría más bien que en el infierno.
ELLA: ¿Qué más infierno que este?
EL: Mujerzuela. (Le aprieta el cuello como si la fuera a ahorcar.)
ELLA: Asqueroso.
EL: Vendida.
ELLA: Corrupto.
EL: Cabaretera, ¿por qué no vino anoche?
ELLA: Desgraciado, ¿por qué no trae dinero?
EL: ¿Por qué no hizo el almuerzo?
ELLA: ¿Por qué golpea a los niños?
EL: ¿Por qué en el cielo?
ELLA: ¿Por qué en esta pieza?
EL: ¿Por qué en la comuna?
ELLA: ¿Por qué en la oriental?

Mientras dicen el texto EL casi la ahorca. La tira al piso.

ELLA: (Ahogada.) Se equivoca señor, yo no soy su esposa, yo solo vine al concierto.
EL: Tiene razón, pensándolo bien, mi esposa murió hace años.
ELLA: Señor, mí más sentido pésame.

Vuelven a coger las flautas. ELLA intenta tocar y mueve un dedo.

EL: Bravo, señora, que dedo tan bien movido, que perfección de dedo, que moviendo tan pluscuamperfecto.
ELLA: No toco más, usted es un puerco, haragán, desahuciado y desechado por el mal aliento del folk popular, me voy. (Intenta salir.)
EL: (Deteniéndola.) ¡Señora!
ELLA: ¿Quién, yo?
EL: Sí, usted, ¿se va señora?
ELLA: ¡Por favor, no se inmiscuya en mis asuntos privados!
EL: (Señalando el foso.) Valioso el cenicero.
ELLA: Si, el cenicero es valioso.

Por un momento se prende el foso. Se escucha un extraño y agudo acorde de violín. Cambian de actitud.



ELLA: (Hace como que apunta con una pistola.) ¿Quieres venir a combatir conmigo a Babilonia?
EL: Estás muy linda.
ELLA: Contéstame.
EL: Tendría que pensarlo, perdería mi trabajo, mi casa.
ELLA: Piénsalo.
EL: Además, en caso de luchar no sabría si hacerlo en Babilonia o acá. ¿Tú por qué quieres hacerlo allá y no acá?
ELLA: Es más fácil, allá me dicen lo que tengo que hacer y lo hago, acá todo lo que me dicen me parece dudoso.
EL: Pero allá te pueden matar.
ELLA: Acá también. Entonces qué dices, ¿que no vaya?
EL: Yo preferiría que no.

Transición. ELLA saluda a alguien en el público.

EL: ¿Ese que entró al teatro no es tu marido?
ELLA: Si, pero no te pongas nervioso, ya te dije que él lo sabe todo.
EL: Si, aunque por lo que me contaste casi todo lo que él sabe es mentira.

Cambio de iluminación.

ELLA: (Caminando por el borde de la plataforma delantera como si fuera por una cuerda floja.) ¿Fue largo el viaje?
EL: Si, fue un largo viaje.
ELLA: ¿Cómo le fue, debe estar cansado?
EL: Afuera llueve.
ELLA: Siga, le ofrezco mi casa. (Le ofrece una flauta.)
EL: Gracias. (Con la boquilla de la flauta hace que abre la cerradura.) Gracias. (Pasa a la plataforma de ELLA.) Tengo sed.
ELLA: ¿Quiere algo de tomar?
EL: ¿Hay algo de beber?
ELLA: ¡No, afortunadamente el licor se acabó!
EL: Afortunadamente yo tampoco quiero beber.
ELLA: Entonces brindemos.
EL: Brindemos.

Alegres chocan sus flautas que se convierten en copas.

EL: ¿Hay algo de beber?
ELLA: No, tampoco me queda vino.
EL: ¿No vino el vino?
ELLA: No vino
EL: Afortunadamente yo tampoco quiero vino.
ELLA: Entonces brindemos.

Alegres se van embriagando.

EL: ¿Hay algo de beber?
ELLA: Tampoco me queda Whisky
EL: ¡Ah! No vino el Whisky!
ELLA: No, no Whisky
EL: Afortunadamente yo no quiero Whisky
ELLA: Entonces brindemos.

Completamente ebrios

EL: ¿Hay sangría?
ELLA: No, pero si usted quiere. (Le coloca la flauta en el brazo, como si lo estuviera inyectando.) Bueno, ya no más, porque tengo un amigo que murió de sobredosis. ¿Hay algo para mí? (Hace una seña refiriéndose a la droga.)

EL: (Niega rotundamente.) No, no, no. Pero si usted quiere. (Saca la boquilla de la flauta, se la coloca a ELLA en la boca, la abre como si fuera una llave de agua y sirve en cada copa) Bien, brindemos.
ELLA: ¡Buen apetito!
EL: ¡Salud!
ELLA: Buen apetito…

Alegres y embriagados pasan a la plataforma de proscenio.

EL: ¡Tenga cuidado, si se cae uno se cae el otro!
ELLA: Ahora si, toquemos los dos…

La embriaguez cesa bruscamente. Cambian de actitud.

EL y ELLA: (Como en un dúo de opera.) Nuestro segundo encuentoooooo.

Se escucha música. EL pasa a una plataforma lateral. Cambian de voz y de actitud.

EL: (dirigiéndose a alguien que está afuera.) ¡Adiós muñeca!
ELLA: ¿Me hablas a mí?
EL: ¿Ah, pero si eres tú? Por favor entra.
ELLA: (Pasa a la plataforma.) Te perdiste de mí vista como aquel tren.
EL: ¿Cómo?
ELLA: Si, como aquel tren que se te fue por mi culpa.
EL: Si, pero te pido disculpas, no quise ofenderte.
ELLA: Disculpas por qué, ¿Por qué se te haya ido el tren?
EL: No, por haberme perdido de tu vista.
ELLA: ¿Te arrepientes?
EL: No, es un cumplido.
ELLA: Que amable.
EL: (Buscando en sus bolsillos.) Creo que no tengo con que invitarte.
ELLA: No te hagas problemas, hoy si tengo dinero, pagaré lo de ambos. ¿Así que te gusto?
EL: Si, claro… Pero no se… En fin… no te ofendas, pero antes me gustaría saber si estás aquí conmigo por razones de trabajo.
ELLA: No, estoy aquí porque me enamoré de ti desde que me llamaste por teléfono.

Se besan cómicamente a distancia.

ELLA: Me tengo que ir. (Se va a ir.)
EL: Espera, ¿cuando nos volvemos a ver?
ELLA: Dentro de tres minutos.
EL: Bien, nos encontramos a las ocho y tres minutos en Sarmientos y Abel Jiménez.
ELLA: La hora me viene bien, pero no se cual es Abel Jiménez.
EL: Es la segunda después de Múligan.
ELLA: (De forma cómica.) Múligan… Múligan… Múligan… no la conozco, mira, mejor nos vemos en la casa de mis padres, ellos están de vacaciones en Babilonia, la dirección es La Conquista y Florida.
EL: La Conquista y Florida no se cruzan.
ELLA: Como me vas a decir que no, si yo nací allí.
EL: Se perfectamente que no se cruzan, toda la vida trabajé por esa zona.
ELLA: Si te parece que no se cruzan, entonces no vayas.
EL: Claro que no voy a ir. No me gustan las bromas pesadas.
ELLA: ¿Sabes una cosa? Eres un imbécil, si te digo que esa es la dirección, es porque esa es la dirección.
EL: No sigas con eso porque no me vas a engañar, pedazo de estúpida.
ELLA: Nunca ví a un tipo más tarado, la hubiéramos pasado muy bien esta noche.

Se escucha el silbato y un tren que se pone en marcha.

EL: (Ríe alegremente.) ¿Y nuestro tercer encuentro qué?
ELLA: Ya ese fue diferente.

Pasan a la otra plataforma lateral. Vuelven a cambiar de voz y de actitud, ahora recuerdan a dos campesinos medio bobos.

ELLA: No soy como la de las revistas, pero al menos soy de carne y hueso.
EL: ¿Y de qué más?
ELLA: De cartílagos, agua, ñoquis, hidrato de carbono.
EL: ¿Y que más?
ELLA: No me acuerdo bien, ¿qué importancia tiene?
EL: Es que quiero conocerte bien.
ELLA: ¿Eres soltero?
EL: Si.
ELLA: ¿Nunca te has casado?
EL: No. ¿Viniste conmigo porque te gusto o solo por lástima?
ELLA: Por lástima. (Le acaricia el pelo.) Pobrecito, no tenías con quién estar.
EL: Yo preferiría gustarte y no que te acuestes conmigo por lástima.
ELLA: Bueno, pero es así, lo tomas o lo dejas.
EL: Lo tomo.
ELLA: ¿No tienes nada de comer?
EL: Si. (Usa una flauta como si fuera una cesta.) Aquí tengo los huevos que me pediste. Desde que los compré no se que me pasa, la tentación de decir: “chúpame un huevo”, es tan grande que no se…
ELLA: Yo entiendo. Es como si a mí en este momento me vinieran ganas de decir: “la cuca de tu madre, sinvergüenza de mierda”, pero sin la menor intención de ofenderte, solamente por el placer de decirlo.
EL: Exacto, es un placer, ¿como te diré?.. Es-té-ti-co. Ahí está. Como el que yo podría experimentar ahora si tuviera ocasión de decir: “cuida esa boca cara de culo”.
ELLA: Me doy cuenta, me doy cuenta. (Le da un beso en la espalda.)
EL: ¿Por qué me diste ese beso?
ELLA: ¿Cual beso?
EL: Ese que me diste ahora.
ELLA: Por la misma razón que te doy este. (Lo sigue besando cómicamente.) Y este, y este, y este.
EL: ¿Y cual es esa razón?
ELLA: Que tengo ganas.
EL: O sea, ¿qué ya no es lástima, es porque ahora te gusto?
ELLA: No, me sigues sin gustar, pero igual, tengo ganas de besarte. Cuando te tenía lástima también tenía ganas de besarte, pero era porque te tenía lástima. Si me gustaras también tendría ganas de besarte, pero por la razón de que me gustarías. Pero lo que me pasa ahora es diferente.
EL: ¿Ahora me sigues teniendo lástima?
ELLA: No, para nada.
EL: ¿Por qué?
ELLA: Porque yo te tenía lástima cuando no tenías con quién estar, ahora ya me tienes.

Se escucha una melodía sinfónica estridente. Dejan de ser los campesinos bobos. Solfeando ruidosamente. Pasan a la plataforma de proscenio.

EL: ¡Un momento!
ELLA: ¡Un momento!
EL: Otro momento.
ELLA: Yo “solfeando”.
EL: Yo “guepeando”
ELLA: No, usted me confunde, yo me voy. (Saliendo.)
EL: No, yo me voy, usted me confunde. (Saliendo.)
ELLA: (Deteniéndolo.) ¿Y si su mujer pregunta por usted?
EL: (Deteniéndola.) ¿Y si su esposo pregunta por usted?

Cesa la música.

ELLA: (Señalando al foso central.) Dígale a él que nos vemos a la salida.
EL: (Señalando a la parrilla del teatro.) Dígale a ella que nos vemos a la entrada.
ELLA: Pero, ¿esta es la entrada?
EL: ¿Esta es la salida?
ELLA: ¿Será que hay salida?
EL: ¿Será que no hay entrada?
ELLA: ¿Tocamos? (Busca en el atril.)
EL: Toquemos. (Mira al atril.)
ELLA: Mira, una esquela mortuoria.
EL: Una foto…
ELLA: ¡Eres tú!

Se prende por un momento el foso central. El actor cambiará varias veces de actitud, pero sobre todo la expresión de su rostro, dando la idea de que pasa a ser diferentes personajes. A partir de descubrir que están muertos, sus ropas, sus actitudes corporales y sus desplazamientos, poco a poco se irán descomponiendo, al terminar la obra serán unos autómatas.

ELLA: (Desde el atril.) El señor usted descansó en la paz del Señor.
EL: (Vuelve a mirar al atril.) Si, soy yo. ¡¡Estoy muerto!!
ELLA: (Desde el atril.) Su esposa y sus hijos invitan a sus exequias.
EL: ¡Mi esposa y mis hijos!
ELLA: El día tal, del mismo mes, en este año, a la misma hora.
EL: ¿O sea, que llevo uno, dos, tres, cuatro, cinco días de muerto?
ELLA: Así es señor, usted está muerto.
EL: ¿Me puede hacer un favor?
ELLA: ¿Qué se le ofrece?
EL: ¿Me puede decir que hora es?
ELLA: (Mirando a la flauta.) Ya casi.
EL: ¿Ya casi qué?
ELLA: Ya casi es la hora.
EL: ¿Ya casi es la hora de qué?
ELLA: De que yo le diga la hora.
EL: ¿Y usted como sabe la hora en que yo quiero que me diga la hora?
ELLA: Es fácil, dígame la hora en que quiere que yo le diga la hora.
EL: Pero como quiere que se la diga, ¿si no se que hora es?
ELLA: Yo no le puedo decir qué hora es si usted no me dice a qué hora quiere que le diga la hora.
EL: O sea, ¿qué jamás podré saber exactamente cuanto tiempo llevo de muerto?
ELLA: Perdón, ¿que hora desea usted saber?
EL: Solo pienso en las ocho.
ELLA: Listo. (Anunciando.) ¡¡¡!Son las ocho en punto!!!
EL: ¡Hora de tocar!
ELLA: Empecemos.
EL: (Busca en atril.) Mira, otra esquela mortuoria.
ELLA: (Mira al atril.) Otra foto…
EL: ¡Eres tú!

Luz en el foso central. La actriz cambiará varias veces de actitud, pero sobre todo la expresión de su rostro, dando la idea de que pasa ser diferentes personajes.

ELLA: (Mirando en el atril.) Si, soy yo.
EL: (Desde el atril.) La señora usted descansó en la paz del Señor.
ELLA: ¡¡Estoy muerta!!
EL: (Desde el atril.) Su esposo y sus hijos invitan a sus exequias.
ELLA: ¡Mi esposo y mis hijos!
EL: El día tal, del mismo mes, en este año, a la misma hora.
ELLA: ¿O sea, que llevo uno, dos, tres, cuatro, cinco días de muerta?
EL: Así es señora, usted está muerta.
ELLA: ¿Me puede hacer un favor?
EL: ¿Qué se le ofrece?
ELLA: ¿Me puede decir que hora es?
EL: ¿Qué hora desea?
ELLA: Las doce.
EL: Son las doce en punto.
ELLA: No, mejor que sean las tres.
EL: Si la señora lo desea, tenemos otras horas mejores, por ejemplo las cuatro.
ELLA: Aunque me gustarían más las seis.
EL: Bueno, pero si a la señora no le molesta, las especialidades de la casa son la horas nocturnas, las horas hábiles, las horas extras, las horas pares, las impares, las horas medias, los cuartitos de horas, la hora del té.
ELLA: ¡No, solo se me ocurren las ocho!
EL: Listo. (Anunciando.) ¡¡¡!Son las ocho en punto!!!
ELLA: Por tanto, llevo cinco días y 20 horas de muerta. Igual que usted.
EL: ¿Y usted quién es?
ELLA: ¿Quién yo? ¿Y usted quién es?
EL: ¿Quién yo? Usted está muerta.
EL y ELLA: Yo estoy muerto. ¿Y usted quién es?

Luz de tinte azul. Con movimientos y voces descompuestas. Ponen los instrumentos en el atril.

EL: ¡Se firmó la paz!
ELLA: La paz, ¿qué paz?
EL: ¡La paz!
ELLA: (Sin entender.) ¿Otra vez?
EL: Si, ya se han firmado otras.
ELLA: ¿O sea que tenemos muchas paces?
EL: No, es la misma. La culpa la tienen los que no le explican a la opinión pública, los que no hablan claro.
ELLA: ¿Y quién negoció la paz?
EL: Ellos.
ELLA: ¿Y como la negociaron, no dices que no hablan claro?
EL: Creo que por señas.
ELLA: ¿Entonces por qué suenan tantas bombas? ¿Están celebrando la paz?
EL: No, suenan porque nos han declarado la guerra.
ELLA: Pero luego… ¿ya no firmamos la paz?
EL: Si, pero esa paz es una paz para ellos.
ELLA: ¿Quienes son ellos?
EL: Pues los socialistas creo.
ELLA: ¿Cuales socialistas, los liberales o los conservadores?
EL: No, esos no son socialistas, esos son socio-liberales, social-conservadores, social otros.
ELLA: ¿Y quién ganó?
EL: ¿Qué?
ELLA: La guerra.
EL: ¿Cuál guerra?
ELLA: Esa, la que terminó con la paz…
EL: No se sabe, todavía la guerra no ha terminado.
ELLA: ¿Entonces quién pone las bombas?
EL: Los paraellos.
ELLA: ¿Entonces los paraellos no son del gobierno? O sea, que el gobierno le pone las bombas al gobierno. ¿Será que se quiere suicidar?
EL: No, son otros.
ELLA: Entonces debe existir un presidente paralelo, unos ministro paralelos, unos concejales paralelos, unos diputados paralelos, mejor dicho, un país paralelo al país, uno real y el otro al frente, un reflejo.

Doblan sus cuerpos y unen sus rostros de perfil, mirándose uno al otro, detrás del atril.

EL: No, ¿o sí?
ELLA: ¿Cómo así?
EL: Si.
ELLA: ¿Y en cual país vivimos nosotros, en el verdadero, en el del frente, en el real o en el reflejo?
EL: ¡No se!

Sin cambiar de posición, miran al público.

EL y ELLA: ¡¡¡No sabemos!!!

Luz en el foso central. Se escuchan campanadas.

EL: La noche de mi primer concierto como solista llevaba el instrumento más brillante que nunca. Llegué al teatro y mis amigos me esperaban ansiosos en la puerta.
ELLA: ¿Hola como estás?
EL: ¿Hola como estás?
ELLA: ¡Estoy nerviosa!
EL: ¡Estoy nervioso!
ELLA: ¡Va a ser mi gran noche!
EL: ¡Va a ser mi gran noche!
ELLA: ¡Seré grande!
EL: ¡Seré grande!
ELLA: Seguí a la sala de concierto, las paredes estaban más claras y relucientes que nunca.
EL: Me miré al espejo.

Se escucha el tictac de un reloj. Se viran hacia los paneles del fondo, en ellos se proyectan sombras alusivas a la muerte.

ELLA: Me siento pálida, estoy blanca como la muerte.

Cesan las sombras.

EL: Pero no voy a hablar de eso, hoy es mi primer concierto.
ELLA: Me asomé al teatro y estaba lleno.
EL: Estaban mis amigos, mi primera novia, la gente importante.
ELLA: Mi primer profesor de música, mis compañeros del conservatorio, estaban todos.
EL: La orquesta vestida de negro, el director vestido de negro. ¡¡¡Yo vestido de negro!!!
ELLA: Una voz suave me anunció como la solista de la noche, sonó un delirante aplauso, el director contó uno, dos, tres… y…ocho…
EL: No alcancé a dar la primera nota, cuando un ruido ensordecedor me reventó los tímpanos y un calor intenso me sacó hacia fuera.

Se escucha una explosión. Cae al piso. A partir de aquí la luz tendrá un tinte rojizo. Ha concluido la descomposición de sus cuerpos y sus vestuarios.

ELLA y EL: Las entrañas, las cabezas, los ojos, las entrañas, las cabezas, los ojos. Y nos fuimos convirtiendo en un solo cuerpo de humo, nuestros primeros novios, nuestro primer nacer, nuestro primer sentir y nuestro primer morir en un solo cuerpo de humo.

ELLA cae lentamente mientras dice el siguiente texto y EL repite la última palabra de cada una de sus frases

ELLA: Y la claridad se nos volvió negra y las negras se convirtieron en corcheas, las corcheas en semicorcheas y las semicorcheas en fusas y las fusas en semifusas y las semifusas en confusas.
EL: Confusas, confusas, confusas.

Ambos se arrastran hacia el atril, donde se encuentran las flautas.

ELLA: ¿Tocamos?
EL: ¡Pero si ya tocamos!
ELLA: Concierto que cuando iba siendo nunca fue.
EL: Nunca fue, nunca fue…
ELLA: No recuerdo.
EL: ¿Tocamos?

Sus rostros están unidos junto a la base del atril, donde se encuentran las flautas.

ELLA y EL: ¡¡¡El concierto debe empezar!!!

Se escucha una sinfonía coral sublime, de acentos elevados y gloriosos, mientras ellos, como muñecos mecánicos, mirando con nostalgia al atril con las flautas, se dirigen, por los extremos de la plataforma, hacia atrás de los paneles, allí nuevamente se proyectan sus imágenes agigantadas en transparencias o sombras chinescas. Otra vez proyecciones con imágenes de guerra que abarquen indistintamente todos los espacios del teatro, sobre el escenario, sobre las paredes de la platea, también sobre su techo. Del foso central sale un humo rojizo. Salen de los paneles al centro de la plataforma, vienen con las máscaras, delante la calavera, sigue la misma música pero con las ocho campanadas de fondo, bajan al foso, al concluir la octava campanada únicamente se ven sus cabezas. Giran el cuerpo y solo se ven las máscaras alegres que tienen detrás, luz intensa sobre ellas, desaparecen. Se apagan las demás luces y queda exclusivamente el cenital sobre el atril.