sábado, 12 de septiembre de 2009

LUIS ENRIQUE MUSICALIZA RECITAL DE POEMAS

Lesbia Espinoza Gutiérrez


El recital de poemas, musicalizados en su mayoría por Luis Enrique, y otros por su hermano Carlos y el cantautor Ofilio Picón, fue para homenajear al poeta José Cuadra Vega, en sus 95 años de edad y 75 de casado con su doña Julia, quien no pudo acompañarlo por dolencias de su edad.

Este concierto, que pasará a las páginas de la historia musical de Nicaragua como algo extraordinario, reviste especial importancia, no sólo por el homenaje a don Josecito, sino por la trascendencia de presentar un programa basado exclusivamente en la poesía de nuestros bardos, empezando por Rubén Darío, máximo orgullo de todo nicaragüense.

Tan extraordinario evento se corresponde con la entrega y dedicación de Luis Enrique, pues la musicalizaciòn de todas estas obras poéticas denotan su trabajo realizado a lo largo de 30 años, aproximadamente, cuando en 1979 puso música a Lo Fatal.

A pesar de la conciencia que todos tenemos sobre la musicalidad en la obra de Darío, creo que pocas personas podrían imaginarse bailando un tango o un danzón a partir de sus poemas.

Conocemos el estilo de trabajo de los hermanos Mejía Godoy, preocupados por promover nuestros más caros valores del paisaje y la literatura nicaragüense, así como la denuncia social a través de su depurada labor. A esto se añade la sublime tarea de juntar dos artes; la poesía y la música, con sus propias cadencias cada una.

No preciso cuando ni dónde le oí cantar por primera vez a Luis Enrique Lo Fatal, si en uno de los Festivales de Poesía de Granada (Nicaragua) o en su casa de conciertos, pero nos alegró escuchar esta vez el tema, encabezando todo un haz completo de poesía nica. Los Mejía Godoy son artistas de ligas mayores, pues se caracterizan por saltar con garrocha alta las notas de todo el pentagrama musical, logrando medalla de oro, al mejor estilo de su hermano Armando, también artista, demostrado tanto en el atletismo como en la pintura.

Creo que solamente un artista de delicado talento y gran sensibilidad como Luis Enrique, pudo encontrar el género ideal para el poema Lo Fatal, que con título y letra de tango, dejó Darío hace más de 100 años.

En la sala del INCH, empequeñecida ante el público asistente, los artistas de la música fueron desenguaracando, como de una caja de sorpresas, un paquete de canciones con la poética nicaragüense y según el caso, los instrumentos fueron dándole cuerpo a la noche musical con las letras de Darío, Joaquín Pasos, Alfonso Cortés, Pablo Antonio Cuadra, Francisco Pérez Estrada, Salomón de la Selva, Ernesto Cardenal, José Coronel Urtecho, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Julio Valle Castillo, Álvaro Urtecho y el propio homenajeado, Don Josecito Cuadra Vega. De estos trece poetas (varones), solamente tres están vivos; el homenajeado, Valle-Castillo y Cardenal.

Claribel Alegría, Suad Marcos, Isolda Hurtado y Gioconda Belli, las cuatro poetas incluidas en este recital, así como el resto de sus colegas, entran a partir de este momento en la música universal, en calidad de autor o autora de la letra (lyric by:…) de distintos géneros; bolero, tango, mazurca, son, balada, bossa, montuno y ritmo africano.

Limitada por el espacio editorial, solamente me refiero a algunos temas que conformaron el concierto poético-musical de esa noche. Chinazte, poema que da titulo también al único libro de poesía de Francisco Pérez Estrada (1917-1982), investigador antropólogo, ensayista y poeta, cuya obra manifiesta la esencia de los colores de nuestro rostro indígena:

“Manos precolombinas dieron forma a la sed/ moldearon el agua primitiva./ Fue después de la jícara / fue después del huacal./ Las mujeres congregaron el barro/ en la plaza lo juntaron /barro rojo, como el oriente rojo / barro negro como el oeste negro; / barro blanco, como el color del norte. / Recorrieron la sed para buscar la forma./Amasaron el barro, lo redondearon, lo cocieron/ La poronga trajo el río a nuestra casa/ recogimos el invierno sin guezpal”.

Disfrutamos Chinazte en una atmósfera de sonoridad ancestral impresionante, con un arreglo de ocarinas, “chischiles” de Masaya, cuerdas, percusión, quena y marimba. Luis Enrique, tocando la quena y la guitarra, y Carlos Luis Mejía Rodríguez con los chischiles y la marimba de arco, dieron el toque especial a esta obra. Agradable la frase tomada para el ritornello; “fue después de la jícara, fue después del huacal” ( bis), para completar la elipsis del son nica, apoyado en las melodías de El Güegüense y La Danza Negra.

Sobremesa, un breve poema de Ernesto Mejía Sánchez, cobra intensidad con las cuerdas, destacando virtuosamente con su violín, Osmán Delgado Jr. Luis Enrique al musicalizarlo, pensó en la vida europea de Mejía Sánchez, bajo los sonidos y el ambiente de Edith Piaf. Muy dentro de mi corazón, sentí los aires parisinos, pero me hizo falta el aderezo que le hubiese brindado el acordeón.

“Una mancha de vino en el mantel/ me recordó París. Unas horas que nadie/ me podrá disputar mientras viva”.

Soy, de Suad Marcos; es un poema bendito. Nos ha fascinado desde la primera lectura, al analizar una propuesta musical del cantautor Ofilio Picón, quien la tiene incluida con sus propios arreglos para la grabación y pronta aparición de un CD, con letra, o mejor dicho, con poemas de 15 escritoras nicaragüenses. En Argentina, también fue arreglado y grabado por un joven compositor.

La magia de Soy, tocó “el lado femenino” de Luis Enrique, tocó su intimidad de artista, la parte más delicada para susurrarnos un bossa-nova.

Soy como el sol inagotable./ Soy tierra humedecida,/ círculos y roca./ Soy vagabunda, misteriosa /paloma entristecida. /Soy existencia, dimensión,/

regazo y piedras, /morada de desgracias.

Soy refugio, corazón,/ agua, arrecife, /concha, caracol,/sorpresa, sueños.

Soy promesa, eternidad, /ritmo, aventura, especie, olvido,/viento, placer, trópico. Soy gaviota,/generación, deseo, arena,/ torrente incontenible,/soy semilla”.

Todos los músicos que acompañaron a Luis Enrique en esta faena, son dignos de elogio y admiración, pues cada uno fue haciendo lo suyo con gran maestría y creatividad en la ejecución de sus instrumentos. Aplausos para; Luis Manuel Guadamuz y Rigoberto Osorio en la guitarra y el bajo eléctrico, respectivamente. A Edwin Rayo, en los teclados, Miguel Angel Oviedo, en la batería, bongoes y timbaletas. A Carlos Luis Mejía Rodríguez (mi asistente efímero en el Programa Cultural “Andemos”), en las marimbas, chischiles y percusión y a Osmán Delgado Jr en el violín.

Podrán seguir argumentando los programadores de radioemisoras que no hay suficiente producción musical nicaragüense para promocionar, educar y recrear al público ?. Pensemos en la calidad versus cantidad.